¿Tigre azteca?

La imagen de México en el extranjero empieza a ser más positiva, sin embargo, hacen falta instituciones políticas inclusivas. 
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Así, pero sin interrogaciones, tituló el Financial Times un largo artículo sobre México el 31 de enero firmado por Adam Thomson. Al día siguiente, un acucioso lector del diario propuso un cambio más acorde con la fauna y la mitología del país: eliminar al tigre y adoptar al jaguar como imagen del futuro mejor que nos espera.

El optimismo que se desprende artículos y ensayos en la prensa británica ha transformado la imagen sombría de análisis de periódicos y revistas estadounidenses, que  hace apenas unos años, advertían que la violencia que vivía México amenazaba convertirnos en un “Estado fallido”.

Desafortunadamente, se ha avanzado muy poco en materia de seguridad: los pronósticos que le auguran al país un destino más brillante están cimentados sobre todo en la salud de la economía (de acuerdo con los índices de 2012). La estabilidad macroeconómica, la reducida deuda pública (cuya cifra relativa al PNB ya querrían los Estados Unidos para los días de fiesta); una tasa de crecimiento de 4%; la compra por inversionistas extranjeros de bonos y acciones por 57,000 millones de dólares (una cantidad más de cinco veces mayor que la que invirtieron en Brasil), y la consolidación de México como una plataforma exportadora hacia los Estados Unidos que está compitiendo en términos más ventajosos con China.

Un panorama halagador que, sin embargo, dista mucho de ser suficiente para que México complete el proceso de mutación de potencial Estado fallido a jaguar azteca. El Financial Times  hace una lista dispersa de las reformas que México necesita para crecer –desde la educativa hasta la energética– y los intereses creados que necesita desmontar –sindicatos, monopolios y oligopolios estatales y privados y grupos que se oponen a la modernización–pero deja de lado un problema central del país: el político.

Para dar a luz al tigre y garantizarle una larga vida, México requiere instituciones políticas plurales que distribuyan ampliamente el poder a todos los grupos sociales y sostengan, a la vez, a un Estado capaz de gobernar y  aplicar la ley en todos los rincones del país. Instituciones propias de las democracias plenas que algunos han llamado acertadamente “inclusivas”. Los muchos escritores que han publicado en los últimos años libros globalizantes que tratan de explicar desde el dominio de la llamada civilización occidental en los últimos 500 años, hasta las razones del fracaso de las naciones[1], concuerdan en que los pueblos que construyen instituciones políticas verdaderamente representativas e incluyentes, resuelven de paso el resto de sus problemas.

Un sistema político que incorpore a todos y gobierne para todos no puede sostener instituciones económicas “extractivas” que explotan los recursos de un país para beneficio de uno o varios grupos e impiden, a fin de cuentas, el desarrollo económico. Las instituciones políticas inclusivas necesitan y alimentan políticas económicas inclusivas, donde priva la competencia, el desarrollo científico y la innovación. Estas a su vez mandan a retiro a los analfabetas funcionales que pueblan las instituciones académicas extractivas e imponen niveles educativos modernos (enseñanza del inglés incluida).

México no tiene tiempo para esperar a que los beneficios de un sistema político inclusivo se derramen a la economía y a la sociedad. El gobierno de Peña Nieto tiene un desafío mucho más complicado que el que perfila el Financial Times. Deberá emprender, a la vez, reformas políticas y económicas: recuperar la rectoría de los bienes públicos, como la educación, que el Estado debe administrar y distribuir; modernizar el sector energético, fortalecer la libre competencia y, a la vez, consolidar instituciones políticas plurales e incluyentes.

Ningún pueblo puede mudarse a un territorio más conveniente en otro vecindario del planeta, ni sacar de la nada los recursos que no tiene. Pero todos los países pueden crear el orden institucional que les conviene. Una ventaja que no podemos dejar pasar una vez más.



[1] Entre ellos, el libro de Jared Diamond sobre el colapso de las civilizaciones del pasado y sus lecciones, Civilización de Niall Ferguson, The Revenge of Geography de Robert Kaplan y Why Nations Fail , de Daron Acemoglu y James Robinson. Estos últimos acuñaron los términos inclusivo y extractivo para definir a las instituciones que dominan en países en distintos niveles de desarrollo.

 

(Publicado previamente en el periódico Reforma)

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Estudió Historia del Arte en la UIA y Relaciones Internacionales y Ciencia Política en El Colegio de México y la Universidad de Oxford, Inglaterra.


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