Sólo lo inútil es estimulante

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En Cien años de soledad, el coronel Aureliano Buendía, ya retirado de la política, consagra su tiempo a fabricar pescaditos de oro que intercambia por monedas de oro, que después funde para fabricar nuevos pescaditos de oro. Un negocio sin dividendos que rechaza el beneficio económico para privilegiar la satisfacción del trabajo artesanal. A primera vista: un círculo vicioso, un comercio estéril; en realidad: una búsqueda del placer que estriba en el puro deleite de hacer algo –cualquier cosa– sin deseos de encontrar una recompensa material. Y es que nos hemos acostumbrado a monetizar la vida, “una supremacía del tener sobre el ser”. Contrario a esa lógica de la tenencia y la utilidad (y en la misma dirección que Gabriel García Márquez), Nuccio Ordine (Diamante, 1958) escribe un manifiesto sobre la utilidad de lo inútil, porque dice estar harto del progreso y sus beneficios, del abrazo mortal del lucro. “En un siglo enteramente dedicado a lo útil, cobra fundamental importancia llamar la atención sobre lo inútil”. Un acto de protesta que busca entorpecer el enajenamiento, incomodar el así llamado proceso civilizatorio, cuestionar el razonamiento que ha vinculado la felicidad con la prosperidad, la satisfacción con el dinero. Amalgamas que comienzan a ser indisolubles en el inconsciente colectivo, pero que coartan su libertad de pensar y accionar desinteresadamente. Ordine gira incansablemente sobre los mismos temas, arremete contra el utilitarismo, contra la noción de que lo útil es bueno porque es útil, porque es rentable. Nos alerta acerca de esta situación que, a su juicio, pone en peligro todo lo bello del mundo; pues sólo al tenor de esa lógica de producción una persona “sería capaz de arrancar un parterre de tulipanes para plantar coles”.

Ordine trama su ensayo a la manera de un montaje de citas, en el que transitan las voces de un centenar de autores. Un tejido en extremo heterogéneo: novelistas, filósofos, científicos, poetas y periodistas son dispuestos por el autor para mostrar que la ciencia y la cultura no sirven para nada, pero que intentar aprehenderlas reclama tiempo, nos hace detenernos. Sólo el conocimiento no puede ser adquirido con inmediatez, aún se tenga todo el dinero del mundo, pues “ni siquiera un cheque en blanco nos permitirá adquirir mecánicamente lo que sólo puede ser fruto de un esfuerzo individual y una inagotable pasión”. Por lo tanto, “el saber constituye por sí mismo un obstáculo contra el delirio de omnipotencia del dinero y el utilitarismo” y he ahí su utilidad: catalizar el movimiento de la vida, una vida que cada vez es más vertiginosa y nos resulta más ajena. Ordine advierte: si no hacemos algo pronto el hombre moderno, incapaz de detenerse ante las cosas inútiles, seguirá marchando hacia una transformación irreversible que terminará por convertirlo en prisionero de sus necesidades, en “una máquina sin alma”.

Leer un libro, escuchar una sinfonía, mirar una pintura o a través de un microscopio son actividades que parecen negarse sistemáticamente a contribuir con la economía global, pero aún así nos resultan indispensables, pues sin ellas la dignidad del hombre se vería reducida a nada. Ordine observa que “para el ser humano actual es cada vez más complicado sentir interés por cualquier cosa que no implique un uso práctico e inmediato para fines técnicos”. La proliferación de escuelas y universidades que ofrecen evaluaciones más fáciles (por ejemplo, las así llamadas hojas de opción múltiple), empleos inmediatos y la misma educación por menos tiempo sólo puede terminar por conformar una sociedad mediocre que pondere “el amor a lo útil en lugar de amor a lo bello”. Amar lo bello es amar la vida, es tratar de entender la disposición del universo. Contemplar el mundo es integrarse a él de una manera orgánica y desinteresada. No es querer poseerlo, sino desear participar de su armonía secreta.   

Paradójicamente, Ordine incluye a manera de apéndice y conclusión un ensayo de Abraham Flexner sobre “La utilidad de los conocimientos inútiles”, en el cual hace hincapié acerca de los beneficios monetarios que puede producir el cultivo de esos saberes que parecen no contribuir al desarrollo económico de los países. Con una copiosa cantidad de casos históricos ejemplifica cómo esa acumulación de conocimientos inútiles, a la larga, puede aplicarse para obtener técnicas, utensilios y artefactos que simplifiquen la cotidianidad de la vida. Flexner advierte que el no estimular la curiosidad por lo aparentemente vano e intrascendente provocará la pérdida de elementos que más tarde podrían convertirse en bienes y servicios en extremo rentables. Quien busca lo práctico encuentra lo práctico, pero quien busca algo diferente obtiene la satisfacción de la búsqueda y, además, corre el riesgo de encontrarse con algo estimado valiosísimo por los amantes de lo útil.

Fundado en esta doble perspectiva, el Manifiesto de Ordine se ubica en un punto crucial de las discusiones en torno al valor de las humanidades y las ciencias puras. Y en esta dirección resulta irrelevante aventurar juicios acerca de La utilidad de lo inútil, ya que no se trata de un libro ante el cual se pueda establecer una postura moral o estética, pues funciona más bien como una pieza clave para comprender el curso que ha tomado nuestra modernidad en los últimos años. Y como tal hay que asumirlo. 

Nuccio Ordine, La utilidad de lo inútil. Manifiesto, Traducción de Jordi Bayod, Barcelona, Acantilado, 2013, 176 pp.

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