La mentira

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Javier Cercas

El impostor

México, Random House, 2014, 426 pp.

“Si la literatura solo sirve de adorno, a la mierda con la literatura.” Lo dice el narrador de El impostor, la última novela de Javier Cercas (Ibahernando, Cáceres, 1962). Lo dice para justificar que su libro pretenda salvar a Enric Marco, el gran mentiroso, el gigantesco manipulador. Salvar del oprobio. “La verdad es que llegó un momento en que lo que sentí por él fue afecto, a ratos una especie de admiración que ni yo mismo sabía explicarme, y que me perturbaba.” Salvar a Marco. ¿Salvar al mentiroso para que la literatura no solo sirva de adorno? Cercas interroga a quienes trataron con él: “Todos le queríamos. Era encantador, muy generoso, muy cariñoso, contaba historias estupendas.” A tres personas que reunió para saber de Marco les preguntó qué tipo de hombre era: “Los tres gritaron al unísono: ¡extraordinario!” Salvar al que miente.

El narrador de El impostor se llama Javier Cercas, así como Truman Capote se llama el narrador de A sangre fría y Emmanuel Carrère el de El adversario. Los tres eligieron la primera persona para narrar sus historias. Para lograr una mayor inmediatez, sin duda, pero también para involucrar al lector en la ambigüedad de su investigación, literaria y moral. En el caso de Carrère y Cercas, de enfrentarse a hombres que deliberadamente decidieron mentir. Que laboriosamente forjaron una máscara sofisticada detrás de la cual se encontraba un hombre banal. Hombres huecos que construyeron un personaje para enfrentarse al mundo, como el Jean-Claude Romand de Carrère; o para seducir a todos, como el Enric Marco de Javier Cercas.

Investigaciones literarias para asomarse al corazón ambiguo de la conducta. En este caso, de una conducta universal: la mentira. Ha existido en todos los tiempos y en todos los lugares. Hay mentiras históricas, mentiras familiares y la morralla de la mentira individual y cotidiana, “todos somos quienes no somos”. La máscara que usamos todos los días es una mentira educada, cortés. No podemos vivir sin mentir, el hombre es un animal que miente. Pero la razón la rechaza. Para Montaigne “constituye una falta de respeto y en el fondo una forma de violencia”, mientras que para Kant la prohibición de mentir no admite excepciones. Lo cierto, como señaló Eliot, es que los seres humanos no podemos soportar demasiada realidad.

Luego de darle vueltas por años, Javier Cercas se impuso la encomienda de escribir un libro sobre un gran mentiroso, Enric Marco, que durante mucho tiempo se hizo pasar por un deportado en un campo de concentración nazi, que llegó a presidir la asociación de deportados españoles a Alemania, un hombre que engañó a todos, ¿para qué? Para huir de su normalidad. Para inventarse una nueva vida.

Lo hizo Javier Cercas tomando en cuenta A sangre fría y El adversario: la suya es una novela escrita como respuesta y reto a este par de títulos. La de Capote intenta desentrañar, y acaso lo logra, la naturaleza profunda del mal, hecho de resentimiento, odio y estupidez. Pero la novela frente a la cual escribe Cercas es El adversario (1999) de Carrère, historia real de Jean-Claude Romand, que mató a sus padres, a su esposa y a sus hijos para evitar que lo vieran despojado de la ardua ficción con la que se inventó una vida. Durante años se fingió estudiante modelo y luego médico brillante y alto funcionario internacional de salud. Todo era falso. Pasaba el tiempo en cafeterías, caminando por el bosque, sin hacer otra cosa que tejer los hilos de su enorme ficción, sostenida financieramente por pequeños fraudes a familiares y amigos. Hilos en los que finalmente quedó atrapado. Antes de enfrentar la mirada de reproche de sus cercanos, decidió matarlos. Para contar su novela sin ficción sobre un mentiroso y asesino, Carrère optó por la primera persona y, situado ahí, hizo participe al lector de sus dudas y descubrimientos.

Cercas, frente a otro gran menti- roso, y con la novela de Carrère como horizonte literario a superar, se decidió también por una novela sin ficción. En primer lugar, por la obviedad de que se trata de dos diferentes tipos de mentiroso. Las mentiras de Romand desembocaron en un crimen. Enric Marco, en la novela de Cercas, no mató a nadie, solo mintió. Los medios le sirvieron para difundir aparatosamente su vida de ficción: un casi infantil combatiente contra el fascismo, un guerrillero anarquista contra el franquismo, un exiliado político, una víctima del nazismo. Un héroe, en suma, de la libertad. Un completo engaño. En segundo término, en El impostor Cercas adoptó el mismo procedimiento que Carrère porque pensó –deduzco– que podía ir más lejos en su indagación literaria y moral sobre la mentira. Finalmente, la mentira de Enric Marco no solo era la mentira de un individuo, representaba también la mentira de una época (la de la “recuperación de la memoria histórica”) y de un país (la España posfranquista.) Más aún, la mentira, consideró Cercas, es parte de la literatura, es lo que da vida a la imaginación y es, además, un tópico literario, porque la mentira de Marco, dice Cercas, guarda semejanza y paralelo con la de don Quijote. Como Alonso Quijano que cambia de vida y se convierte en un caballero andante, Enric Marco se inventó un pasado y transformó su vida y la de sus oyentes.

La mentira es, para Cercas, responsabilidad individual, pero también social, histórica y literaria. A medida que Cercas va deshojando (“La piel de la cebolla” se titula la primera parte del libro) la personalidad ficticia de Enric Marco, y lo va dejando desnudo, va también, en sentido contrario, colocando con sus diversas interpretaciones nuevas capas. Marco miente pero lo hace en un momento de España en el que todo el mundo trataba de reinventar su pasado. Todos, de izquierda y derecha, querían demostrar que habían sido demócratas desde siempre y opositores secretos del franquismo. Todo el mundo tenía cosas que ocultar. Ese era el contexto de las mentiras de Marco. El auge de sus apariciones en los medios se dio en un tiempo en el que la expiación del pasado cobró la forma de una verdadera “industria de la memoria”. En España, dice Cercas, “la gente estaba deseando escuchar las mentiras que el campeón de la memoria tenía que contar”.

Cercas se propuso entender –que no justificar– a Marco. Concluyó con lo obvio: el mentiroso miente porque, en palabras de Marco, “quería que me quisiesen, que me quisiesen y me admirasen”. Un narciso. Cercas quiere entenderlo. Lo acosa, lo investiga, da voz a sus mayores detractores. Es un vil mentiroso, concluye Cercas, un pícaro a lo grande. Una tarde, después de que el escritor quitara varias capas a la cebolla a base de mostrarle documentos que demostraban sus mentiras, Enric Marco se dejó caer en su silla, puso su cabeza entre las manos, levantó el rostro compungido y le dijo: “Por favor, déjame algo.” Cercas se muestra al principio cansado “de esta sarta de mentiras”, pero a medida que va conociendo al personaje este lo va seduciendo. ¿Es El impostor el libro que Enric Marco quería que Javier Cercas escribiera, es su amanuense? ¿O es el libro de cómo Cercas intentó entender a un mentiroso para al final de cuentas quererlo salvar, porque si la literatura no sirve para salvar a un hombre, por más errores que haya cometido, entonces cuál es su papel?, ¿un adorno?

Cercas construye su novela únicamente con dos personajes: Enric el gesticulador, y Javier Cercas, narrador y “novelista”. El impostor es de hecho un largo diálogo entre el campeón de las mentiras y el novelista inventor de ficciones. Este diálogo implícito se vuelve explícito en una conversación imaginaria entre Marco y Cercas, en la que pirandellianamente su personaje lo acusa: “usted se benefició –le dice a Cercas– tanto como yo de eso que se llama la industria de la memoria. Y usted es tan responsable de ello como yo. Tan responsable o más”. En el único capítulo en el que Cercas inventa un diálogo, Marco le dice al novelista: “A usted lo premiaron convirtiéndolo en un escritor reconocido mientras que a mí me castigaron convirtiéndome en un apestado”, para rematar con un “la verdad es que usted soy yo”. “Usted soy yo”, le dice su personaje al narrador. Un gran mentiroso.

Cercas ha de sentirse satisfecho. Tomó una forma dada: la novela sin ficción en primera persona. Exprimió a fondo a un gran personaje, un mentiroso genial, que le sirvió para explorar la mentira desde un punto de vista moral, social, histórico y literario. Escribió una novela (una mentira que busca decir la verdad) sobre un mentiroso que mintió con la verdad. Escribió Cercas la novela de alguien que se construyó una máscara a su gusto y la vistió durante años con algo más profundo que la mera convicción. Pero también escribió la novela de un novelista que se cree a su vez un impostor. Por eso la primera persona del singular. Yo, Cercas, soy tan mentiroso como Marco, y veo su mentira y mi mentira de frente. “Usted soy yo”, le dice Marco. Usted, le dice Javier Cercas a su lector: usted también es un impostor. ~

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