Enrique Z, dictaminador editorial

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“La calidad literaria de una obra no debería estar peleada con el potencial de venta”

Enrique Z es corrector de estilo y escritor en ciernes. Desde hace 3 años trabaja como dictaminador para una editorial transnacional. En esta entrevista nos cuenta los criterios con los que una editorial define si publicará o no un manuscrito. ¿Basta con romperse el seso y escribir 200 cuartillas más o menos coherentes y achispadas? ¡De ninguna manera!

¿Qué significa ser dictaminador de una editorial?

Significa que a uno le pasan los manuscritos originales que los autores hacen llegar a las editores y uno tiene que dar una opinión técnica sobre el libro. No sé cómo trabajan otras editoriales, pero en el caso de ésta uno tiene que llenar un formato que incluye hacer un resumen del libro, dar una valoración literaria, una valoración comercial, sugerir estrategias de promoción y portada. Y decir a qué público va dirigido. Es decir, hacer un poco el trabajo que tendría que hacer un editor.

¿En qué consiste la valoración literaria?

Dependiendo del libro. A mí por lo general no me encargan dictaminar obra literaria sino obra de investigación y la valoración literaria consiste en definir si el libro está o no está bien escrito. Que se entienda y que la narración esté estructurada. En el caso de las investigaciones se valora qué tan relevante es la investigación, si la información que se presenta está bien documentada o no, si es información nueva o que ya se ha publicado antes. Creo que se trata básicamente de ver el modo en el que el libro está escrito, desarrollado y en su caso, sustentado.

¿Y la valoración comercial?

La valoración comercial de hecho ya la eliminaron del formato de los dictámenes. Consiste básicamente en decir si en la opinión de uno ese libro tiene potencial de venta o qué potencial de ventas tiene. A partir, en mí caso, de una observación bastante somera y superficial de lo que se ve en el mercado. Es decir, si a uno le mandan un libro de investigación periodística sobre algún tema que en ese momento está en boga, uno puede pensar que va a despertar el interés de algunos lectores. En general, esta parte suele ser complicada.

¿Su editorial le define previamente el nicho en donde piensan insertar ese libro?

No.

Platíqueme un poco más de esta valoración comercial. ¿Cómo es exactamente el formato?

Te piden puntuación comercial y tienes que poner un número, una valoración comercial, públicos al que puede estar dirigido y sugerencias para la promoción.

¿Cuáles son esos públicos posibles?

Esa es una buena pregunta, porque nunca me dieron una especie de tabulador ni nada por el estilo. Es difícil de definir. En la inmensa mayoría de los casos de libros de investigación digo que son de interés para académicos, periodistas y gente que de alguna manera, por su ocupación, está relacionada o puede tener interés en el tema del libro. En el caso de la literatura es mucho más difícil porque para empezar la literatura suele tener pocos lectores. Al final no puedo decir que tenga parámetros muy claros de cómo definir eso.

Dígame, en los últimos tres dictámenes ¿qué ha escrito usted en ese apartado de “público posible”?

En el último dictamen puse que iba dirigido a un público que fuera lector habitual, que tuviera un interés específico por consumir obras literarias. Esto, contrapuesto con el público de lectores ocasionales. En el penúltimo puse que sería de interés para estudiantes, académicos y gente relacionada con el campo de las humanidades, la ciencia política y esa suerte de disciplinas. Y en el antepenúltimo puse que podía ser de interés para el público en general porque era un libro que reunía varios ingredientes: hablaba de un personaje histórico muy popular y además metía una historia de romance. De modo que podía despertar… interés.

¿Cómo es que un solo dictaminador puede emitir opiniones respecto a temas tan diversos y especializados? ¿Qué herramientas tiene que tener a la mano un dictaminador para emitir esa opinión?

Fundamentalmente una cierta cultura general, lo que sea uno entienda por esta noción. Es decir, no me ponen a dictaminar libros de física, matemáticas o medicina, sino libros que tienen que ver con la carrera que yo estudié y con los temas que me interesan. También creo que el papel del dictaminador en el proceso total de la decisión y de la edición de un libro no es demasiado central. Es decir, yo creo que un dictamen sirve para descartar libros que son muy malos y que los libros buenos se publicarían con o sin dictamen.

¿En qué consiste la parte de “sugerir estrategias”?

En realidad es algo muy vago. En general pocos libros en México se promueven de una forma que no sea haciendo una presentación, programando entrevistas con el autor en distintos medios y buscando que se publiquen reseñas en medios especializados. Entonces, en general, esas son las recomendaciones. Creo que precisamente la razón por la que quitaron esos apartados del dictamen es porque en realidad no es algo en lo que uno pueda sugerir demasiado, sobre todo si como dictaminador estás completamente fuera de la estructura de la editorial y yo no tengo ningún conocimiento de cómo operan sus estrategias, cuáles son sus objetivos y sus medios.

El proceso de la valoración comercial a veces levanta cierto prurito entre los escritores. ¿Es justificable que los autores que empeñosamente acaban una novela se escandalicen porque su obra tiene que cumplir con ciertas pautas comerciales?

De ninguna manera. La parte comercial es parte de la edición. El secreto de una buena editorial es justamente saber combinar las necesidades comerciales con la calidad de la obra. Es cierto que en nombre de lo comercial se cometen injusticias, pero publicar es también un negocio. La calidad literaria de una obra no debería estar peleada con el potencial de venta.

Del 100% de sus dictaminados ¿qué porcentaje ha sido negativo?

Cerca del 20%. Pero ahí está la cuestión de las dos valoraciones, este 20% lo he dictaminado de manera negativa en ambos sentidos: “es un libro malo y además no se va a vender”. En todos los demás casos siempre hay sus asegunes; hay libros en los que he puesto que son muy buenos en lo literario, pero en lo demás no tanto, hay libros en los que he dicho lo contrario. Y en los menos, la valoración ha sido completamente positiva.

Suponga una reunión imaginaria en donde usted se encuentra con este 20% de autores que usted ha rechazado. ¿Qué les diría?

¡Aprendan a escribir! Así, sin pena, porque verdaderamente ese 20% era muy malo.

¿Los autores pueden saber quiénes son sus dictaminadores?

¡Yo esperaría que no!

– Cynthia Ramírez

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Es politóloga, periodista y editora. Todas las opiniones son a título personal.


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