Es la política, estúpido (2)

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Regresemos, entonces, al caso de Europa. Ahí también la gran pregunta es si los bancos españoles lograrán o no seguir manipulando el mercado inmobiliario para evitar que éste caiga. En mi opinión, eso será imposible. Lo será por razones diferentes a las estadounidenses y, para ello, revisemos qué pasó en Grecia e Irlanda.

A riesgo de simplificar demasiado, podríamos decir que Grecia se colapsó por un problema estrictamente de irresponsabilidad fiscal. El déficit griego (la parte del gasto del gobierno que no es cubierta con recaudación fiscal) creció en forma desmedida y eso provocó duda sobre si el gobierno iba a poder pagar las emisiones de bonos que fueran venciéndose. Ante esa duda, el público sale a deshacerse de sus bonos en el mercado, haciendo que su precio baje (es decir, haciendo que la tasa de los bonos suba). Mientras más sube la tasa, más caro le será al gobierno financiar ese déficit, y habrá aún menos credibilidad sobre su capacidad para pagar. El caso irlandés fue radicalmente diferente. El gobierno irlandés fue un modelo de responsabilidad tanto en su comportamiento fiscal como en los ajustes que hizo una vez que la situación se empezó a deteriorar. Sin embargo, la decisión del gobierno de garantizar sin restricciones la quiebra de cinco grandes bancos irlandeses provocó exactamente el mismo efecto. Como resultado de ese rescate, el déficit fiscal irlandés se elevó a más de 30% del tamaño total de la economía (es decir, del PIB), haciendo que surgiera duda sobre la capacidad del gobierno para pagar sus bonos, sometiéndolos al mismo tipo de escrutinio, y al mismo incremento en tasa. Por ello, un bono irlandés en el mercado paga tres veces la tasa de uno estadounidense o alemán, y uno griego paga cuatro veces.

Descontemos de una vez que el caso portugués sufrirá la misma suerte, y ahora comienza la duda sobre la economía española, donde el mercado inmobiliario apenas y se ha ajustado, pero se sabe que si los bancos españoles sufrieran un descalabro, éstos tienen el tamaño sumado de los sistemas bancarios de Grecia, Portugal e Irlanda. Para acabar de redondear la caída de las piezas de dominó, además los bancos españoles tienen una exposición no menor al mercado bancario portugués, por lo que una debacle ahí les afectará. Igualmente, hay que considerar que los bancos alemanes tienen más de 522 mil millones de dólares de exposición a deuda de Portugal, Italia, Irlanda, Grecia y España (Francia tiene 781 mil millones), por lo cual la opción de simplemente dejar que sean los tenedores de bonos quienes tomen hoy parte de la pérdida para quitarle presión fiscal al gobierno irlandés, parece menos apetecible porque sentaría un precedente complicado si el contagio continúa. Repito lo que he dicho antes: no creo que haya quien cree que Grecia o Irlanda lograrán pagar lo que deben, después de este ajuste, sus economías quedarán más endeudadas y serán más pequeñas (por lo cual estarán, de hecho, mucho más apalancadas); se intenta simplemente ganar tiempo con el deseo de que los bancos alemanes y franceses estén un poco más fuertes y mejor capitalizados dentro de un par de años para, ojalá, aguantar mejor la embestida. Puedo estar equivocado, pero simplemente no veo cómo podría haber un mejor desenlace.

¿Qué sigue entonces?

Portugal va a caer y se propondrá un rescate similar al griego y al irlandés. España jurará por la biblia que va a poner la casa en orden (y se referirán exclusivamente al orden fiscal, pero nadie hablará de la manipulación inmobiliaria de los bancos), y los mercados no le van a creer. Gradualmente, las tasas seguirán subiendo, y al hacerlo presionarán más y más al sistema bancario español que verá cómo su costo de fondeo crece y crece, y su rentabilidad sigue desplomándose. El problema ya está ahogando a las “cajas” españolas –forzándolas a fusionarse- pues son mucho más dependientes de su cartera puramente hipotecaria, pero en los próximos meses el tsunami llegará a los grandes bancos, más sofisticados, con negocios más diversificados, pero aún demasiado expuestos.

Pero donde el tema se topa con pared es en la parte política, el mismo problema que en Estados Unidos, pero con manifestaciones radicalmente diferentes. En Europa lo que veremos es que en los países periféricos -del Club Med, los PIIGS, o como quiera denominarlos- el problema lo ocasionarán las clases media y baja que serán estranguladas por la inmisericorde corrección que se les está imponiendo. Estos países no sólo han vivido ya en recesión, en el caso de España con un desempleo que rebasa 20%, sino que ahora se les impondrán ajustes que implicarán un mayor pago de impuestos, un menor gasto público, reducción de servicios, baja de salarios, ¿y todo para “rescatar a los malvados banqueros”? ¿Qué cree usted que les pasará a los gobiernos que están imponiendo tan amarga medicina?

¿Y qué pasa con los países que están financiando los rescates? Al final, les pasará lo mismo. Recuerde que en el plan de rescate que se anunció con gran fanfarria el 9 de mayo para de una vez por todas ahuyentar cualquier especulación, se dijo que se constituía un fondo de un billón de dólares, o 750 mil millones de euros; 500 mil millones provendrían de un nuevo fondo de estabilización a ser fondeado por los países “ricos” de Europa, y 250 mil millones del Fondo Monetario Internacional. Pero ese medio billón de euros no está ahí guardado en una caja fuerte, es la suma de compromisos de fondeo de esos países, a cambio de que los países rescatados logren ciertos objetivos específicos, principalmente de orden fiscal. Así, el gobierno austriaco ya manifestó que detendría aportaciones subsecuentes como consecuencia de que Grecia no está llegando a las metas de reducción de déficit establecidas. ¿Por qué cometen tal falta los griegos? Lo hacen porque los ajustes fiscales son como bajar de peso. Al principio, basta con dejar de comerse el tercer helado de la tarde, el problema está en que para bajar los últimos kilos hay que hacer esfuerzos mucho más difíciles. El déficit fiscal griego se redujo rápidamente de 13.6% del PIB en 2009 a 9.3% este año, pero una vez que la economía se colapsa como resultado de menos gasto, más impuestos, tasas de interés más altas, menos inversión y menos consumo, no importa a qué nivel se ponga la tasa impositiva, la recaudación será menor debido a que la actividad económica se detuvo. Grecia se comprometió a estar debajo de 3% en 2014. Apuesto lo que sea a que el gobierno cae mucho antes de estar remotamente cerca de llegar a esa meta.

Además de Austria, ya Finlandia y Eslovaquia han externado sus dudas sobre si continúan o no aportando al fondo. Esto pondrá al gran bombero europeo, Alemania, en una posición precaria. ¿Cómo justificará Merkel que los contribuyentes alemanes tienen que continuar metiendo su mano al bolsillo para seguir haciendo rescates cada vez más onerosos? Máxime que una de las condiciones más estrictas para la participación alemana en la eurozona elevó a restringir constitucionalmente la posibilidad de que Alemania rescate a otro estado; por ello, el fondo fue visto como un vehículo que permite “triangular” el rescate, pero en algún momento la objeción a esa actividad será, incluso, legal. Nuevamente, también en esos países se está agotando el capital político, en forma directamente proporcional al peso de los rescates.

Desafortunadamente, esta situación presagia que tanto en Estados Unidos como Europa, veremos el ascenso de gobiernos cada vez más populistas que venderán soluciones mágicas de corto plazo, pero que evitarán las difíciles medidas de fondo necesarias para corregir los problemas estructurales. Nadie le va a decir al pueblo estadounidense que si medimos bien su problema fiscal e incluimos los déficit fiscales que ya están presupuestados oficialmente para los próximos años hasta 2015 y agregamos la deuda municipal (que es, evidentemente, federal aunque no se le clasifique así), su endeudamiento real ascenderá a 17 billones de dólares (aún asumiendo los ilusos pronósticos de crecimiento que no se van a dar), lo cual equivale a 120% del PIB, y los hace ver más griegos que nunca. Nadie les va a decir que esa magnitud de problema tiene una sola solución: tomar el código fiscal estadounidense, echarlo al excusado y tirar de la cadena, para conformar un código nuevo y más inteligente que grave más al consumo que al ingreso, y que quizá incluya un impuesto a los activos; se tiene que incrementar la recaudación fiscal y bajar el gasto público, hace mucho pasaron los días donde una u otra medida bastaba. Nadie le va a decir a los españoles que ahora tendrán que pagar por los años en que utilizaron su acceso a crédito barato en una moneda estable para hacer casitas de fin de semana, en vez de modernizar sus industrias, entrenar a sus trabajadores, desarrollar infraestructura, y hacerse competitivos; ahora vendrán años de bajo crecimiento y deflación, o probablemente de regresar a una peseta devaluada como alternativa. Nadie le dirá a los alemanes que a pesar de su férrea disciplina y de los loables sacrificios que pueblo y sindicatos han hecho, eso no basta para compensar por años de colosales superávit comerciales beneficiándose de un euro infinitamente más débil de lo que hoy estaría el marco si subsistiera; si quieren salvar a la eurozona, tendrán que seguir rescatando calladitos, y más les vale ponerse a comprar lo que sea que españoles, griegos, irlandeses e italianos exporten (por cierto, ¿qué exportan?), porque en países donde cae el gasto público, el consumo y la inversión privada, sólo el sector externo puede emplear y generar algo de crecimiento.

¿Se acuerda de cuando Bill Clinton dijo en un debate cuando competía por la presidencia con George Bush padre, “es la economía, estúpido”, hablando de que ese era el único tema políticamente importante? Hoy ha ocurrido lo opuesto: la política es el único tema económicamente importante. El capital político para decir las duras verdades simplemente se ha agotado y, por ello, el futuro es poco esperanzador. Parece que lo que forzará la mano de los políticos no es su sentido común o instinto patriota; sólo entenderán las razones que los mercados de bonos les impongan cuando el precio de las emisiones de deuda de sus países caiga (es decir, que la tasa suba), conforme haya cada vez más vencimientos, más necesidad de colocar bonos nuevos conforme los déficit crezcan, menos apetito de los inversionistas por las emisiones que los sustituyen, y la aversión al riesgo aumente. Ojalá que me equivoque.

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Es columnista en el periódico Reforma.


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