Cruzar fronteras, una y otra vez

Si habláramos más de la relación entre el gobierno mexicano y los mexicanos en Estados Unidos se abrirían espacios para exigir más, aquí y allá. 
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En el 2001 inicié un viaje en Tijuana que me marcó por siempre. Crucé la frontera a San Diego, de ida y de regreso, como lo había hecho en otras ocasiones: una turista que iba de paso. Esta vez, la visita se alargó porque iba como estudiante de licenciatura. Durante varias semanas fui y volví entre un lado y el otro, descubriendo la dinámica del cruce, aprendiendo un lenguaje en el que se mezclan idiomas, monedas, nombres, sonidos, olores… La reja que parte la tierra en dos dejó de ser algo abstracto y lejano. Las vidas de quienes se brincan esa barda ya no eran historias de segunda mano; estaban ahí, tangibles, a mi lado. Esos encuentros detonaron una urgencia, una necesidad incontenible de entender, contestar preguntas sobre mí, sobre mi vida privilegiada y protegida en la Ciudad de México, sobre los libros de texto que hasta ese momento no me habían dado herramientas para reconocer y enfrentar esa realidad de desigualdad, prejuicios, abusos, desesperación, sed y anhelos.

quiero irme a casa

pero casa es la boca de un tiburón

casa es el cañón de un arma

y nadie dejaría su casa

a menos que esa casa te persiguiera hasta la playa

a menos que esa casa te dijera

que apresures tus piernas

deja tu ropa atrás

arrástrate por el desierto

vadea por los océanos

ahógate

sálvate

sé hambre

mendiga

olvida el orgullo

sobrevivir es más importante

Warsan Shire, Home

Alguien me dijo una vez que los proyectos de investigación duran diez años y después te aburren. Pero han pasado ya quince y apenas hace unos días volví a Tijuana, y reconocí la misma sensación. Crucé el nuevo puente peatonal de un lado a otro, con más preguntas, con mayor urgencia, con más ganas de encontrar palabras, imágenes, números, caminos que nos ayuden a pensar y a actuar de un modo distinto. 

Esta bitácora ha sido un espacio para pensar en voz alta, dialogar, compartir, rascarle a las preguntas que no me dejan en paz, desahogar y tratar de entender lo que veo, escucho y siento cuando hablo con un mexicano que no ha regresado a su país en veinte años, que me pregunta si yo voy seguido; cuando escucho un corrido en el metro de Nueva York; cuando la mujer que cuida a mis hijos mientras yo voy al trabajo me cuenta sobre la hija que dejó en El Salvador y que no ha podido abrazar en 10 años; cuando voy a una marcha; cuando acudo a un centro comunitario y me doy cuenta de las posibilidades que se construyen desde ahí; cuando me imagino a quienes han muerto y desaparecido en busca de otro futuro y recorro las filas de tumbas sin nombre; cuando veo que se repiten una y otra vez los discursos de quienes ven en el que cruza fronteras una amenaza y una crisis.

Reconocemos que las personas individuales con derechos inalienables son el verdadero barómetro de la civilización. Nos identificamos con las victorias ganadas en la abolición de la esclavitud, los movimientos de derechos civiles, el progreso de los derechos de las mujeres y los crecientes logros de la comunidad LGBTQ. Es nuestra responsabilidad y nuestro deber histórico hacer de los derechos del migrante el próximo triunfo en la búsqueda de dignidad humana. Es inevitable que el maltrato que damos hoy a los migrantes mañana sea nuestra deshonra.

Movimiento Inmigrante Internacional

Hoy, como hace quince años, me indigna que el gobierno mexicano no haga más y que responda torpemente cuando lo ponen en el centro de la discusión sobre un tema que define nuestra historia pero que todavía no acabamos de comprender ni asumir. Pero también he visto de cerca qué se hace mucho desde los consulados en Estados Unidos para responder a las necesidades urgentes e inmediatas que exigen creatividad y flexibilidad por parte de un gobierno que normalmente asociamos con pasividad y burocracias interminables. Este ha sido un tema que he explorado ampliamente en Frontera Adentro porque creo que si habláramos más de la relación entre el gobierno mexicano y los mexicanos en Estados Unidos (con todo y sus limitaciones), se abrirían espacios para exigir más, aquí y allá, para cambiar el discurso que se enfoca en la reforma migratoria como una panacea, que limita la responsabilidad de México al control de las fronteras (norte y sur), o que mide la participación política de los migrantes solo en relación con el voto en el exterior. 

A pesar de la frustración que me provoca ver que constantemente se repiten los mismos patrones en ambos países, y que las consecuencias no son abstractas –son las vidas que se arriesgan, son las familias quebradas–, hay razones para tener esperanza. Desde hace unos años se ha hecho presente una nueva generación binacional de DREAMers (aunque el término no abarca todo lo que representan), que junto a otros activistas y artistas ha roto algunas de las barreras y está proponiendo nuevos paradigmas y vocabularios que son indispensables para cambiar la forma de ver a las personas que migran, las razones por las que lo hacen, las puertas que se cierran y se abren al tener identidades partidas. Cuando escucho a estos jóvenes se me vuelve a desbordar esa sensación de urgencia, de responsabilidad, las ganas de hacer algo, de seguir aprendiendo y compartiendo para que avancemos juntos hacia otro futuro.  

No necesitas ver mis papeles. Lo único que necesitas ver es que soy un ser humano, que siento, que tengo deseos y sueños, igual que tú. Y eso es lo que nos conecta.

           -Gaby Pacheco, entrevista,23 de mayo 2016.

Con este texto termina mi colaboración en Letras Libres por medio de Frontera Adentro, esta bitácora invitada, este blog, archivo, cuaderno de notas. Termina esta etapa pero sé que mi única opción es seguir pensando en voz alta, compartiendo las puertas que se abren, buscando interlocutores e intentando hacerlo mejor cada vez para que las palabras no se queden en el papel (o en la pantalla). Agradezco a Letras Libres y, sobre todo, a los lectores, y espero que nos encontremos en otros espacios.

…espacios donde nos contemos cómo la frontera nos atraviesa cada día, construyendo, a medida que nos narramos, un nosotros. Un nosotros que se crea y recrea en la lucha, que es cotidiana y que cuenta su propia historia, desatada, incontenible: la frontera como algo insoportable, intolerable, siempre desbordable.

           -Marta Pérez, Narrar historias, desbordar fronteras

 

 

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es profesora de estudios globales en The New School en Nueva York. Su trabajo se enfoca en las políticas migratorias de México y Estados Unidos.


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