Cómo ganar una beca del Fonca (y ser poeta)

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Todo mundo sabe que México es un país de jóvenes desempleados. Según leo en una nota de Forbes, tras la pasada crisis económica global, nuestro país es uno de los que tuvo mayor aumento en la tasa de desempleo juvenil: del 7% al 10% del año 2007 al 2012. En México hay 21.9 millones de jóvenes que no estudian ni trabajan (para desesperación de sus padres) según un documento de la Oficina Regional de América Latina y el Caribe de la Organización Internacional del Trabajo. Estas circunstancias han hecho que nuestros amados jóvenes se vean forzados a engrosar las filas del crimen organizado, el alcoholismo y la drogadicción; a volverse reguetoneros o seguidores de la música banda; a militar en Morena, el PRD o ya de perdida en el Partido Humanista; o en el peor de los casos: a escribir poesía para ganar al menos una beca nacional o uno de los apoyos para jóvenes creadores que otorgan cada uno de los 32 estados que conforman nuestra República. “¿Estudias en una escuela patito, estás subempleado o eres poeta?” es la pregunta de ligue que ha substituido a aquella clásica de “¿estudias, trabajas o canjeas pilones?” de los años ochenta que popularizó Eugenio Derbez en un olvidado spot de televisión.  

Así es, querido lector, cada vez más jóvenes se dedican a ese difícil pero mal afamado arte de escribir pudorosos versos. Y uno entiende la preocupación de los padres.

—¿Qué va a hacer mi hijo? —se dicen—, no estudia, no trabaja y ahora le dio por escribir poesías.  

Y el problema es que muchos de estos jóvenes comienzan a explorar el oficio de poeta sin tener al menos una idea de lo que se necesita para ganar una beca, pues este es el fin que persiguen y no entregarse al arte nada más porque sí, pues para eso hace falta vocación y un estómago fuerte para resistir al hambre y la incertidumbre, entre otras cosas. A todo se acostumbra uno, menos a no comer, dice mi abuela.

Aunque para ser justos existen otra clase de poetas en ciernes que buscan en una beca algo más que certidumbre económica pues al final de cuenta viven con sus padres o ya tienen empleo. Buscan el prestigio, la gloria, el respeto de sus contemporáneos o al menos una lanita extra para comprarse un iPhone 6.

No importa cuál sea la causa; mientras no sea la vocación y el amor al arte, el amor de una muchacha de vaporoso vestido primaveral, todo es válido.

Ahora bien, el escritor underdog se ha enterado de que ya incluso hay asesores profesionales que ayudan a los incautos a escribir proyectos y  presentar solicitudes para becas. Mejor dicho: por una módica cantidad estos escribanos no solo te asesoran sino que te redactan el proyecto. Por eso mi sentido de la justicia social me llevó a redactar esta entrada totalmente gratis cuyos títulos tentativos fueron, entre otros, “Pimp my Poetry Project”  o “Queer Eye for the Poetry Project´s Straight Guy (ah, las impronunciables aliteraciones inglesas)”.

***

Comencemos por lo primero que un aspirante a poeta (que quiere una beca) debe saber. Todavía recuerdo cuando en segundo de secundaria escribí mis primeros versos de amor, dedicados a María del Carmen. No sé cómo mi padre los encontró pero se burló amigablemente en mis narices y me dijo que aquello de rimar (ab, ab) ya no se usaba, que lo de hoy (es decir lo de entonces) era escribir en verso libre. Ahora bien, si yo tuviera un hijo en secundaria y descubriera unos poemas suyos en verso libre me burlaría de él y le diría que para ser poeta lo de hoy es NO escribir poemas. El joven aspirante se sorprenderá. ¿Cómo? ¿Un poeta no debe escribir poemas? Así es: lo peor que puede hacer un poeta hoy en día es escribir un poema, porque nadie te tomará en serio ni ganarás premios ni becas y no te van a publicar ni en el Instituto de Cultura de tu pueblo, ni ganarás el respeto de tus compañeros poetas. No hay nada más devaluado que el poema en sí. (Puedo ver cómo el aspirante a poeta se rasca la cabeza) En resumen: lo que se estila es escribir conjuntos, colecciones de poemas relacionados entre sí “conceptualmente”, como se dice en el críptico lenguaje gremial. No importa que cada poema sea mediocre o parezca inconcluso o que tenga faltas de ortografías o esté feo, lo que importa es el conjunto. Olvídate de la punch line.  Un poema es mejor si acaba de una manera desconcertante o lánguida. Una vez que hayas entendido esto ya estás listo, felicidades, ya puedes ser poeta y pasar a la segunda parte.

¿Cómo ganar una beca? Importante: no se te ocurra jamás escribir para tu proyecto tonterías al estilo de “me gustaría escribir una colección de poemas”. Eso no convencería ni a tu abuelita, mucho menos a los jurados poetas que dan esta clase de becas (lo mismo va para los jurados de premios y dictámenes editoriales). Pero no temas: el escritor underdog está aquí para ayudarte. Nota: se trata de ideas sucintas, para redactar el proyecto hay que llenar este tipo de ideas con paja; entre dos o tres cuartillas.

Conjuntos. La forma más fácil para redactar tu proyecto es recordar aquellas clases de primero de secundaria donde te enseñaron teoría de conjuntos; es decir todas aquellas cosas que se parezcan entre sí o compartan características. Así pues, un buen proyecto podría ser:

  • Escribir una colección de poemas basados en el tarot. Me propongo escribir un poema por cada uno de los arcanos mayores y menores (puede funcionar también para la baraja española).
  • Escribir una colección de poemas basados en las cartas de la lotería: el valiente, el diablo, el borracho, etcétera.
  • Escribir una colección de poemas basados en los cuadros de Edward Hopper: “La chica de la máquina de coser”, “Los halcones de la noche”, etcétera.

Por supuesto, se trata solo de algunas ideas. Explora al máximo lo que los conjuntos pueden ofrecerte: un poema por cada uno de los caballeros del zodiaco, las tortugas ninja (cuatro poemas de largo aliento), luchadores, marcas de cigarros, etcétera. Parece ser que a los jurados les gusta mucho ahora todo lo que tiene que ver con la cultura popular.

La paráfrasis. ¿Tener una voz propia? Olvídalo: no hay nada más penado en la Poesía Genérica Mexicana Contemporánea (PGCM). Por eso lo mejor es diluir en la paráfrasis cualquier estridencia personal, cualquier emoción, cualquier riesgo, cualquier nota que denote algún tipo de personalidad. Y para eso no hay nada mejor que los clásicos. Ejemplo:

  • Me propongo escribir una interpretación de la Batracomiomaquia de Homero. Adaptarla a la época contemporánea. Una colección de poemas de entre treinta y cuarenta cuartillas.
  • Me propongo escribir un poema por cada una de las metamorfosis de Ovidio, etcétera.

Puede funcionar cualquier ininteligible clásico contemporáneo: Malcom Lowry nunca falla. No se te olvide agregar en el proyecto lo que NO vas a hacer; es decir: reinventar los mitos, desarrollar un lenguaje propio. Sí, esto es mentir un poco, pero en la jungla de la PGMC ya nadie nota la diferencia entre lo bueno y lo malo, entre lo novedoso y la perogrullada, entre la voz propia y el graznido.

El alto pedo teórico (APT). Así es como se llama en el oficio al último recurso para justificar una solicitud de beca. Esto es: trata de poner de una manera más o menos coherente en dos páginas todas las palabras de moda (o ya medio pasadas) entre la academia: hipertextualidad, simulacro, repetición, intersubjetividad, deconstrucción, rizoma, concretización, opalescencia, pero sobre todo, espacios de indeterminación, etcétera. Cita los nombres de todos los franceses de moda. Si bien es la forma más rústica de solicitar una beca, dos de cada cuatro veces funciona. Nota: el APT es fundamental para rellenar las dos páginas de tu proyecto en los dos primeros casos: conjuntos y paráfrasis.

Bien, hemos llegado al final de este breve curso. Próximamente estará en línea la versión Powerpoint con más detalles.

 

 

 

 

 

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Vive en la ciudad de México. Es autor de Cosmonauta (FETA, 2011), Autos usados (Mondadori, 2012), Memorias de un hombre nuevo (Random House 2015) y Los nombres de las constelaciones (Dharma Books, 2021).


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