El GTC, nueva ventana al cosmos

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El Gran Telescopio de Canarias (GTC), inaugurado en fecha reciente en el observatorio de Roque de los Muchachos de La Palma, ha puesto a España en la vanguardia de la astrofísica mundial. Y, junto con ella, a los investigadores mexicanos y norteamericanos de las instituciones asociadas (la UNAM, el Instituto Nacional de Astrofísica, Óptica y Electrónica y la Universidad de Florida) que se han visto beneficiados por contar con un instrumento tan versátil y poderoso. “Es una buena forma de culminar un esfuerzo que empezó hace cuarenta años a tiro de mulas”, me dice Paco, el doctor Francisco Sánchez, artífice de este conglomerado de telescopios de Europa del Norte dispuestos a abrirnos ventanas más allá de nuestras narices y que se localizan, los más antiguos, en Tenerife, y los más modernos, en La Palma.

La cúpula gris plata del GTC vista un poco más arriba en la montaña, pues no está ubicado en la cima misma, a 2,426 metros sobre el nivel del mar, da a uno la sensación de estar en otro mundo; de hecho, nos enfrenta a un paisaje sideral en que el gigantesco telescopio aparece como una minúscula gota de acero y silicio que podría zambullirse en el mar de nubes y seguir flotando, recibiendo la luz en sus diferentes versiones radiantes para ofrecernos un nuevo inventario del cosmos.

“Durante los años de 1960 prácticamente no existía la astrofísica en España. Hoy contamos con una comunidad de unos quinientos astrónomos haciendo ciencia de frontera”, asegura Pedro Álvarez, director general del GTC y uno de los astrónomos pioneros que creyeron en las ideas de Paco. Al tener esa comunidad pujante y compromisos internacionales firmados, la presión sobre el gobierno es una consecuencia natural. Si tienes un artefacto que es la madre del cordero, necesitas gente para ordeñarla. Según Pedro, el gobierno ha entendido perfectamente que el beneficio para el país es enorme y está abriendo plazas en busca de ingenieros y tecnólogos, así como de jóvenes astrofísicos que ocupen el nuevo telescopio.

El GTC es una verdadera hazaña intelectual y tecnológica porque contiene el espejo segmentado más grande del mundo (diez metros), porque su óptica adaptativa es sumamente fina y se le pueden intercambiar diversos detectores. Y también, puntualiza Pedro, porque ha dejado una enorme experiencia y nuevas formas de hacer en personas y empresas participantes. “Por ejemplo –enfatiza Pedro–, un ingeniero mecánico acostumbrado a un estándar de calidad alto pero cuyo trabajo ya no le exigía mayor precisión, digamos, de llegar a los nanómetros, al ser contratado por nosotros tuvo que arreglárselas y quebrarse la cabeza para fabricar piezas originales que antes nadie le había pedido. Tuvo que llevar sus conocimientos al límite.”

De eso se trata, de ir al extremo. Paco me lo aseguró al mostrarme el grupo de telescopios de Tenerife. Aquí en La Palma se respira el mismo espíritu. “Otros ejemplos –continúa Pedro– fueron las empresas que construyeron los actuadores que ponen en acción el espejo primario y los que fabricaron los espejos secundarios. Tal vez no ganaron dinero con nosotros pero sí una enorme capacidad y experiencia tecnológica, de manera que cuando una de dichas empresas concursó por un proyecto en Gran Bretaña lo ganó sin problemas. Y entonces recuperó la inversión, pues los que decidían sabían que estaban contratando a la madre del cordero.”

Tanto Paco como Pedro me hablan de la colaboración con México, que data de hace cuarenta años, y de que con la próxima puesta en marcha del Gran Telescopio Milimétrico (GTM) en la Sierra Negra del estado de Puebla, se tendrá una enorme vista panorámica del universo lejano. Los distintos rangos que abarca cada telescopio harán que se puedan abordar objetos que antes no se podía detectar desde la Tierra. Así, ambos instrumentos se complementarán para traernos noticias de la formación de galaxias muy remotas y de los procesos físicos que experimentan objetos muy débiles en la emisión de radiación infrarroja apenas observable.

Uno de los detectores es EMIR, un espectrógrafo que capta radiación infrarroja próxima, aunque tiene diversos modos de observación. Puede ver también varios objetos a la vez, en particular galaxias que se están desplazando en el rojo alto, es decir, alejándose unas de otras a gran velocidad. El propósito de emir será observar el proceso de formación estelar en galaxias a lo largo de la vida del Universo, cuáles fueron los mecanismos que dispararon la formación de estrellas dentro de esas galaxias, y por tanto cómo marcaron su evolución.

Otro detector es OSIRIS, una cámara y espectrógrafo en el rango visible que nos ofrecerá una especie de tomografía del Universo en diferentes edades y velocidades de expansión. Por su parte, Canaricam es una cámara en el rango del infrarrojo térmico, ideal para estudiar la formación estelar y de discos protoplanetarios alrededor de estrellas, así como núcleos de emisión en galaxias distantes. Frida, que estará listo en 2011, es un detector que se construye en colaboración con México y también abrirá una nueva ventana al estudio de la distribución de objetos en galaxias lejanas.

Se comprende que un instrumento de esta clase no puede ser prestado a la ligera. Los telescopios medianos como el Herschel y el Galileo sirven para calibrar lo que uno quiere ver, pues la cartografía de ese cielo que se verá con el GTC no existe. ¿Cómo te ubicas en un cielo nuevo? Eso lo preparas antes, pues todo será inédito. La presión será tal que de cada cien que quieran observar a través de él, sólo veinte lo conseguirán. “Así que al GTC tienes que ir a tiro hecho”, dice Pedro. ~

 

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escritor y divulgador científico. Su libro más reciente es Nuevas ventanas al cosmos (loqueleo, 2020).


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