Carlos Morales, escritor y freelancero

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“La escritura por un cheque para pagar la renta puede no ser un drama.”

Escribe como freelance para tres revistas que por pudor no nombrará; una lo manda de viajes como turista, la otra lo pone a ver cine y la tercera lo lleva a entrevistar próceres de la patria y demás personajes. En su casa intenta escribir novelas. Tiene el blog lelrufianmelancolico.blogspot.com (con la ele al inicio porque es un blog pirata)

¿Sobre qué estás escribiendo hoy?

Hoy estoy escribiendo una entrevista sobre Paola Espinoza (clavadista) y estoy escribiendo algunas entrevistas de cine.

¿Y, la semana pasada?

Escribí sobre el Club Toluca y estuve capturando cosas sobre mi viaje a Zacatecas.

¿Cómo le hace uno para escribir de temas tan distintos, en tan poco tiempo?

Ese es el reto. Te sitúas como un deportista que se reta; como un imitador, porque es también imitar estilos, tonos, alcances. Algunos textos son más frívolos, otros intentan ser más completos. Juegas las veces de un malabarista. Yo incluso a veces me pongo la cara del personaje que escribe el texto, a veces más juvenil, a veces más doctoral. Creo al personaje.

¿Para ser periodista es suficiente con creérsela?

No, obvio no. Lo duro es buscar la información y las fuentes para armar la columna vertebral de lo que será el texto. Después, ya cuando entras en el personaje ahí sí, le pones la carnita, el tono y el estilo que crees que es el adecuado para el texto que estás escribiendo. A eso me refiero con ser un “escritor profesional”.

¿Un escritor profesional?

Así es. Eso es lo que deja para vivir. La escritura que deja para vivir debe ser rápida, aséptica, sintética, limpia, precisa, poco adornada.

¿La proliferación de esta “escritura profesional” es culpa del lector o del escritor?

El lector de hace 40 años podía concentrarse en leer un texto largo, yo creo que ahora hemos perdido a esos lectores. El lector de ahora es un lector de internet que quiere tres renglones y la información digerida, es un lector más simple que quiere más imágenes.

Entonces ¿la culpa es del lector?

No sé, a veces creo que es culpa de los editores y del ánimo de hacer cosas más didácticas, más digeridas y, claro, más rentables. Eso va en detrimento de la concentración del lector. También es cierto que el lector actual tiene menos tiempo y el editor responde a otros jefes.

¿Te censuras o te limitas cuando escribes para estos lectores apresurados?

Me auto-limito, la censura tiene que ver más con contenidos. Aquí, “tengo que escribir 2000 caracteres aunque esta historia sea muy divertida”, por ejemplo.

Pero, en serio, ¿una buena historia se puede, lo mismo, contar en 2000 o 5000 o 20,000 caracteres y seguir siendo una buena historia?

Depende de cada escritor. Una buena historia siempre es una buena historia. Aunque fíjate, algo curioso es que las mejores historias de viaje nunca son las que escribes… en la revista. Sino las que cuentas o escribes en otro lugar. Yo me he dado cuenta de que si quiero escribir esa buena historia como a mí me gustaría contarla tengo que hacerlo para mí, para un medio propio. Por ello, y a pesar de que vivo de eso, una parte de mí está despegada de esta escritura profesional.

¿Mejor escribir historias que caracteres?

No. La escritura personal es una satisfacción propia. Los caracteres pagan, yo vendo esos caracteres. Algunos dicen que se puede vivir de la escritura personal, yo todavía no.

¿Eres un maquilador de texto?

Si, lo soy. “Le maquilo su textura retórica: ¿Qué estilo quiere?” Obvio, quiero creer que hago algo más elaborado, de hecho trato de escaparme de la “textura retórica”, pero si es muy necio el que me emplea y si francamente un día quiero no atormentarme por un texto, las uso.

Pero, ¿qué son estas texturas retóricas?

Texturas retóricas son los clichés que tiene el típico artículo sobre ese tema. Me explico, el típico artículo de revista de viajes: “En este paradisíaco lugar con sus inigualables escenarios que te transportan a una historia milenaria, nos encontramos asombrados y somos testigos de cómo los fantasmas del pasado nos llevan a un encuentro con nosotros mismos y con el universo que nos circunda”.

¿Así? ¿Sin titubear?… Da miedo tanto lugar común. ¿Tienes un stock de “texturas retóricas”?

Sí, que te salen muy fácil. Te acabo de recitar una. Sólo es cosa de ponerse el cassette de los textos que más aborreces porque son los lugares comunes de ese tipo de textos.

¿Somos lo que escribimos?

En la escritura personal sí, en la profesional no. En la profesional vendes tu capacidad de redacción, tu capacidad de contar. Obviamente sí hay aspectos tuyos, es imposible que no los haya, pero estás al servicio de tu publicación, de tu editor y de tus lectores. Eres un empleado al servicio de un empleador.

Y eso es un drama ¿la escritura por un cheque para pagar la renta?

Los elementos de otras artes son menos conflictivos que la palabra. El lío del escritor es que sus elementos son las palabras y algunos sienten que traicionan el peso de las palabras que ya han comprometido para su escritura personal.

¿Para ti es un drama?

Para mí no, he encontrado un modo sano de traducirlo. Yo creo que la escritura profesional es un entrenamiento, es lo que hace el pianista cuando no está en concierto. Este tipo de escritura me ayuda a ejercitar la concisión y cuando paso eso a la literatura el texto tiene menos paja, más energía. Yo siento que tengo caliente la pluma si estoy escribiendo esa chamba de maquila.

Bueno, me voy a detener aquí porque para esta entrevista sólo tengo 4000 caracteres

(Risas)

– Cynthia Ramírez

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Es politóloga, periodista y editora. Todas las opiniones son a título personal.


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