¿Dónde quedó el humor mexicano?

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En 1972, Manuel el Loco Valdés recibió una reprimenda por parte de la Secretaría de Gobernación por llamar Bomberito Juárez a don Benito. El suceso ha quedado en el imaginario popular como una muestra del férreo control que el régimen priista ejerció por décadas sobre los medios de comunicación y también de un temperamento autoritario que no permitía reírse de ciertas figuras. Con el triunfo de Vicente Fox en 2000 daba la impresión que, junto a la alternancia, se abría una oportunidad para la carcajada en los medios de comunicación. Si el presidente podía ser el blanco de las sátiras por televisión abierta, entonces nada ni nadie era intocable. Durante el sexenio de Felipe Calderón la imagen presidencial volvió a ser solemne al mismo tiempo que la violencia en ascenso parecía cancelar las posibilidades del humor. El pri recuperó el poder en 2012: se respiraba en los medios una mayor apertura crítica, indispensable para el humor político, pero también dominaba en la opinión pública un profundo desencanto. El mayor síntoma de esta doble circunstancia fueron las redes sociales, un escaparate donde implacables chistes políticos cohabitaban con exacerbadas muestras de indignación.

En abril de este año, el presidente Peña Nieto afirmó que el país sufría un “mal humor social”. La expresión fue pronto objeto de escarnio, pero también suscitó una ola de irritación que, de algún modo, confirmaba el diagnóstico. ¿Cuál era la salud del humor político en los tiempos del mal humor social? ¿Era verdad que el humor había desaparecido de los medios masivos?

Para responder esas preguntas, Letras Libres convocó a seis de los mejores practicantes del humor en México. Trino y Calderón examinan el estado actual de la caricatura, quizás el género más reconocible de la crítica política a través del humor: ¿cómo hacer cartones ante la inmediatez de las redes sociales?, ¿es válido burlarse de quien sea? Ana García Bergua y Enrique Serna desmienten, por su parte, la leyenda negra de que la tradición humorística es una de las menos frecuentadas de la literatura nacional, a través de un gozoso recorrido que va de sor Juana a Francisco Hinojosa. Finalmente, Enrique Hernández Alcázar y Víctor Trujillo detallan sus experiencias en la radio y la televisión, y discuten cuáles son los alcances de la libertad de expresión en medios que dependen de las concesiones.

“El humor le dice la verdad al poder”, afirma el poeta Charles Simic, en una entrevista, en la que también subraya: “el humor nos informa sobre el estado de salud de una sociedad”. Esa misma premisa es la que subyace en el reportaje de Eduardo Huchín Sosa: el humor político no solo puede cuestionar a la autoridad, también es capaz de confrontarnos con nuestros prejuicios. ~

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