El compromiso del señorito

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Joan Maria Thomàs

José Antonio. Realidad y mito

Barcelona, Debate, 2017, 510 pp.

 

Tras la ingente cantidad de libros sobre José Antonio (Primo de Rivera, hijo del dictador Miguel Primo de Rivera y fundador de Falange) llega otro estudio más con el propósito de decir algo nuevo y con sentido. El motor que lo anima es demasiado intermitente y a veces la amplia documentación manejada lo diluye. Pero ese hilo es real y es su apuesta fuerte. Joan Maria Thomàs desarrolla con cuidado el argumento de una inmadurez personal, ideológica y política de José Antonio, nacida a medias de la emulación (frustrante y frustrada) de su padre y a la vez engendrada en la impotencia o la incapacidad para alcanzar a ser quien aspira a ser. No logra, o logra tarde, el rango y el cuajo que exige la auténtica jefatura de un partido fascista con modelo europeo, alemán o italiano. El momento crucial asoma cuando el fascismo empieza a medirse de veras durante la Segunda República, no en la retórica palabrera, no en los matices doctrinarios, sino en la calle y por las armas, desde 1933 y en adelante. No las armas de las cacerías de alto copete que le hacen llegar tarde a los funerales de los compañeros caídos por las calles, ni tampoco las calles que conducen a los clubs selectos y aristocráticos que frecuentaba como Grande de España y marqués de Estella por herencia paterna, sino el correaje y la brega auténtica del pistolerismo matonil de Falange para combatir la equiparable brutalidad de las armas en la calle pero desde la izquierda.

Cuando un militante de primera hora y amigo, Francisco Bravo, le dice que le sobra “bonhomía de andaluz aristocrático” puede muy bien que acierte. Y cuando Unamuno señala en un artículo en Ahora, tras haberlo conocido, que para ser un líder fascista le falta ser “epiléptico”, puede muy bien que tenga parte de razón también. Aunque sea verdad que un íntimo amigo de la escuela, Xavier de Echarri, trata al Ridruejo de veinte años, antes de la fundación de Falange, como “capitán de las juventudes fascistas”, a José Antonio le costó ponerse de veras manos a la obra para fundar y liderar un auténtico partido fascista, organizar un periódico, El Fascio, o recabar el dinero de los monárquicos alfonsinos (hasta que dejaron de pagarles y les cortaron la luz por impago en la sede del partido). Pero lo hizo efectivamente desde 1933, cuando acaba de salir de una relación amorosa complicadísima con una mujer casada, y muy pronto se mete en otra con otra mujer casada, Marichu de la Mora, como mínimo (porque hay más).

Joan Maria Thomàs ha tratado de indagar en las contradicciones personales de un sujeto nacido entre algodones y criado en medios estrictamente privilegiados, aunque frágiles. Aporta Thomàs datos potentes sobre el apoyo altísimamente catalán que obtiene Miguel Primo de Rivera de parte del marqués de Comillas y conde de Güell, cuando es capitán general de Cataluña y promueve desde Barcelona el golpe de septiembre de 1923. Siete años después, cuando muere en 1930 apenas seis semanas después de abandonar el poder, José Antonio se crece. Asume enérgicamente la defensa del padre pero necesita a la vez superar las altas cotas de sus aventuras políticas: fabula ya con mejorar al padre a través de un fascismo sin complejos y con refinamiento cultural. Se imagina a sí mismo como quien va a ser capaz de reunir clase y cultura, frente a la tosquedad e incultura de su padre: será señorito, pero señorito responsable, señorito comprometido (con salvar a España, por supuesto). Entendió de un modo entre culpable y redentor el mensaje a las élites de Ortega: lo estudia con detalle Thomàs en un capítulo bien documentado y que por fin puede aprovechar el extraordinario ensayo póstumo de Javier Pradera, La mitología falangista, aunque sacrifica las reflexiones cruciales del Ridruejo de Escrito en España, que fueron fundamentales a su vez para Pradera: vaya lo uno por lo otro.

Como tal biografía política, Thomàs enlaza las cosas para ir viendo el modo en que va “haciéndose fascista” José Antonio, tras el rencor acumulado contra los traidores a su padre (y a la memoria de su padre), particularmente en el estercolero de intelectuales a quienes José Antonio atacó una y otra vez. Pero precisamente por eso, Thomàs invita a pensar de forma cauta y perspicaz en la posible y conjetural “ingenuidad” o falta de colmillo y temple del José Antonio en ruta hacia el fascismo. O incluso ya en pleno caldo fascista: la clave de este libro está en ofrecer los antecedentes para una lectura creíble de la posición de José Antonio tras el golpe de Estado de julio de 1936. ¿Fue real o solo oportunista ese líder fascista “reconciliador” de la cárcel de Alicante? ¿Buscaba salvar la vida o buscaba acabar con la guerra?

Que se sumó al golpe es seguro, que dudó en sumarse también. Una vez empezada la carnicería es de nuevo seguro que intentó (a la desesperada) promover alguna forma de acuerdo de las partes y un gobierno con muchos republicanos al que nadie hizo caso. Él mismo, en el juicio que le condenó a muerte en noviembre de 1936, evocó ese intento, pero la manipulación deliberada de las actas del juicio durante el franquismo omitió ese pasaje. La entrevista de Jay Allen en la cárcel de Alicante fue ocultada por el franquismo con la misma intención, y en ambos lugares José Antonio dice o insinúa que el fascismo no podrá triunfar con un país fracturado y con una diferencia de clases ya directamente sangrienta. Eso mismo defenderán sus exiguos herederos espirituales y políticos tras su muerte: para armar un Estado clerical y reaccionario no se monta una guerra entre clases ni el régimen de Franco equivale a la revolución soñada. Ese capítulo del libro, con José Antonio en vilo y encarcelado desde mediados de marzo de 1936 hasta su fusilamiento, es sin duda el de lectura más trepidante e intrigante. Y aunque echo en falta el rastro de la relación con Marichu de la Mora, que fue amante de José Antonio y después de Dionisio Ridruejo, Thomàs sí cuenta muy bien las vísperas de su fusilamiento a toda prisa por un pelotón de anarquistas, en la madrugada del 20 de noviembre de 1936, para impedir que lo ejecute el piquete de la Guardia de Asalto designado oficialmente. Llegaron tarde.

Quitarle de encima a José Antonio los churretones de brillantina en que quedó bañado por el franquismo era fácil; lo era menos intentar restituir al sujeto inseguro, al abogado laborioso y al muchacho de buena familia con escasa disposición a la epilepsia. Eso es lo que ha hecho Joan Maria Thomàs, sin incurrir en las jaimitadas reivindicadoras de un Fernando Sánchez Dragó y sin tentar tampoco el esperpento gozoso que sacó Eduardo Mendoza en Riña de gatos. De esta biografía sale lo más parecido al mejor intento de comprender en su dimensión humana y titubeante al fundador de un fascismo inhumano y sin titubeos. ~

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(Barcelona, 1965) es catedrático de literatura española en la Universidad de Barcelona. En 2011 publicó El intelectual melancólico. Un panfleto (Anagrama).


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