Audubon

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Audubon perfeccionó un nuevo método para

dibujar pájaros que declaró suyo.

Al pie de cada acuarela escribía “tomado del natural”,

lo que significaba que abatía los pájaros

 

y se los llevaba a casa para disecarlos y pintarlos.

Dado que odiaba las formas inmutables

de la taxidermia tradicional

 

construía armaduras flexibles de madera y

alambre

sobre las que disponía la piel y las plumas del pájaro

–o en ocasiones

 

pájaros totalmente destripados–

en poses animadas.

No sólo el armazón de alambre era nuevo, sino también la iluminación.

 

Los colores de Audubon se sumergen en tu retina

como un reflector

rastreando el cerebro de arriba abajo

 

hasta que apartas la mirada.

Y acabas apartándola.

No hay nada que ver.

 

Puedes pasarte el día mirando estas formas

verdaderas y no ver el pájaro.

Audubon concibe la luz como una ausencia de oscuridad,

la verdad como una ausencia de desconocimiento.

 

Es lo contrario a un día apacible en Hokusai.

Imaginemos que Hokusai hubiera abatido y

rearmado 219 leones
     y luego hubiera prohibido a su propio pincel pintar la sombra.
      
     “Somos lo que logramos hacer de nosotros mismos”, Audubon declaró a su esposa
     durante su cortejo.
     En los salones de París y Edimburgo
      
     donde recaló para vender su nuevo estilo
     este francés nacido en Haití
     se hizo iluminar
      
     como un noble rústico americano
     desplegado en las poses impolutas del Gran Naturalista.
     Le amaban
      
     por el “frenesí y el éxtasis”
     de la genuina realidad americana, especialmente
     en la segunda (y más barata) edición en octavo (Birds of America, 1844). ~
      
     Versión de Jordi Doce

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