El árbol, la caída

La hipótesis sobre la derechización de los votantes sirve, en parte, para eximir de culpa a las formaciones de izquierdas de sus malos pronósticos electorales. Sin embargo, los españoles siguen considerándose de centro-izquierda
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Era un bonito día de agosto en Covarrubias. Mi tía Mavi salió al jardín, pertrechada de una cesta y una escalera, dispuesta a recoger los dulces frutos de su impresionante moral. Todo iba bien hasta que mi tío, que trabajaba la huerta un poco más allá, la escuchó gritar: “¡Iñaki, Iñaki, que se cae el árbol!”. Luego hubo un gran estruendo que hizo retumbar el suelo. Pero el árbol, enhiesto surtidor de sombra y azúcar, seguía en pie. Era la escalera lo que se había caído, y mi tía con ella.

El movimiento se define como el desplazamiento de un cuerpo respecto de un punto de referencia. Tomándose como referencia, mi tía pensó que era el árbol el que estaba cambiando de posición, pero lo cierto es que era ella la que se había movido sobre el plano hasta dar de bruces contra la hierba.

Es una anécdota divertida, con permiso de mi tía, y también una metáfora que ilustra con acierto algunas situaciones políticas. En los últimos meses la he recordado con frecuencia al leer los análisis que han seguido a las encuestas que sucesivamente han ido reflejando un notable avance de Ciudadanos y un retroceso de las alternativas a su izquierda. Muchas veces se ha concluido, bien desde estos partidos, bien desde los medios, que España se había derechizado.

El argumento tiene fuerza por más de un motivo: por un lado, explica por qué PSOE y Podemos son la tercera y la cuarta fuerza en la mayoría de las predicciones electorales; por el otro, la hipótesis derechizante exime de culpa a estas formaciones. Si los sondeos no les pronostican grandes éxitos no se debería a su mal papel, sino al desplazamiento de los electores por el plano ideológico hacia la derecha.

Ayer, un artículo de Jordi Pérez Colomé y Kiko Llaneras mostraba con datos la intuición sobre la que he escrito alguna vez: que los españoles no se han vuelto de derechas, y que las pobres predicciones que recogen las encuestas para PSOE y Podemos responden a su incapacidad para dar una respuesta a las preocupaciones de los ciudadanos. Los españoles siguen considerándose de centro-izquierda, con una posición media del 4,7 en el eje izquierda-derecha. En otras palabras: no es el árbol el que se está cayendo, sino Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, desde lo alto de la escalera.

Los partidos de izquierdas han tendido a subestimar la amenaza que planteaba Ciudadanos, considerando que la formación de centro mantenía una competición con el PP que era ajena a sus intereses. Sin embargo, las encuestas señalan que hay cientos de miles de votantes progresistas que están abandonado a PSOE y Podemos. Muchos de estos electores se sitúan hoy en la abstención y otros se han pasado al partido de Rivera. Ciudadanos habría recibido un trasvase de hasta 900.000 exvotantes socialistas. Y todo ello sin necesidad de haberse movido ideológicamente.

La postura de Ciudadanos ante el recrudecimiento del procés fue interpretada por PSOE y Podemos como una derechización del partido. El resultado de esa asunción es conocido: las fuerzas de izquierdas retrocedieron, al tiempo que la formación naranja experimentó un pronunciado ascenso y vio cómo la composición de su electorado se desplazaba hacia la izquierda. Da cuenta de cómo el eje territorial está sesgando el tradicional posicionamiento sobre el eje ideológico: en el ámbito nacional, los electorados de izquierda y derecha convergen en su rechazo al independentismo.

En Ferraz deben de haber reparado en los errores de interpretación del último año. Si hace unos meses los socialistas pedían la reprobación de la vicepresidenta por el 1-O, se oponían al 155 o anunciaban indultos a los encarcelados del procés como medida estrella del programa electoral para las autonómicas catalanas, hoy Sánchez pide la destitución del president Torra y defiende la continuidad del 155.

El lanzamiento de la plataforma España Ciudadana por parte de la formación de Albert Rivera, en un acto dominado por la bandera y el patriotismo constitucional, ha vuelto a alimentar el debate sobre la posición ideológica del partido naranja. Se trata de una estética con la que quienes venimos de un izquierda más o menos joven y formada no nos sentimos cómodos, pero soy consciente de que quizá no haya un votante menos representativo de España que un politólogo treintañero.

Si España no se ha derechizado, razonaba ayer Laia Balcells, entonces será que se ha hecho “ultranacionalista”. Solo así podía explicarse que liderara las encuestas Ciudadanos. Sin embargo, otro artículo de Kiko Llaneras, de hace unos meses, concluía que el nacionalismo español es un fenómeno residual. Solo un 7% de los encuestados se declara, al mismo tiempo, orgulloso de ser español, más español que de su comunidad autónoma y centralista.

Por todo ello, tal vez sea demasiado aventurado apresurarse a señalar una deriva derechizante y nacionalista en la formación de Rivera. Tampoco parece prudente identificar los símbolos de la nación común con cosas de fachas. Sobre todo cuando queda menos de un mes para que arranque el mundial de fútbol: esperen a ver la transversalidad de la bandera roja y gualda, y pásmense conmigo.

 

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Aurora Nacarino-Brabo (Madrid, 1987) ha trabajado como periodista, politóloga y editora. Es diputada del Partido Popular desde julio de 2023.


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