#ElLibroPrestado

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El destino de casi todo libro prestado es transformarse en un libro perdido. “Ten, regrésamelo cuando quieras”, dice uno y aquella joya jamás vuelve. Sería posible crear un catálogo de estos libros ausentes, anhelados; ese fichero bien podría convertirse en una biblioteca inversa. Porque cada volumen prestado es una ausencia que duele y se trasforma. Pasa el tiempo y el libro se ensancha, parece más urgente cada día, crucial para nuestra historia de lecturas. El recuerdo es nebuloso y sesga hacia la hipérbole: “ese libro que presté era buenísimo, era irrepetible”. Pasa el tiempo y el libro transmuta en obra maestra. Casi todo libro prestado, a la larga, es una obra maestra perdida.

Esta serie resalta los préstamos y las pérdidas más dolorosas en la historia personal de nuestros autoras y autores. Al final, #ElLibroPrestado será una modesta crónica de nostalgia y de arrepentimiento. Nostalgia por las páginas extraviadas y arrepentimiento por haber confiado en que el libro regresaría. Cada semana en este espacio publicaremos un nuevo testimonio de la pérdida. Algunos son libros prestados, otros libros entrevistos y luego nunca más vueltos a hallar: todos son libros cuya ausencia cala. 

 

“Tiene la noche un árbol”, por Tania Tagle

“Pura vida”, por Pablo Duarte

“Las piedras de cielo”, por Julio Trujillo 

“El amor glotón”, por Alonso Ruvalcaba 

“La sangre”, por Sandra Barba

“Dirección única”, por Isabel Zapata 

“Mensaje”, por Brenda Lozano

“Los domingos son para dormir”, por Aloma Rodríguez

“Buenos presagios”, por Eduardo Huchín Sosa

 

 

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