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“Es posible reducir la desigualdad y aumentar la renta per cápita y la productividad”

Una entrevista con Rafael Doménech sobre desigualdad, desempleo e igualdad de oportunidades en España.
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La desigualdad es uno de los grandes problemas de España. Sus causas no son las mismas que en otros países: el alto desempleo, la falta de igualdad de oportunidades y, sobre todo, el elevado fracaso escolar, uno de los más altos de la Unión Europea. Rafael Doménech, economista jefe de Economías Desarrolladas de BBVA Research y autor del informe “La desigualdad en España: evolución, causas y políticas”, cree que para reducir la desigualdad hay que mejorar la educación, pero también realizar reformas en el mercado de trabajo: “la destrucción de empleo durante la crisis nos ayuda a explicar un 80% del aumento de la desigualdad.”

¿Como se reduce la desigualdad sin afectar al crecimiento o a la competitividad?

El dilema entre desigualdad y crecimiento o productividad solo es cierto en determinadas circunstancias, pero no es una regla universal. En muchas ocasiones es posible encontrar políticas que simultáneamente reducen la desigualdad y aumenta la renta per cápita y la productividad. En el caso de España, estas políticas son aquellas que aumentan la igualdad de oportunidades y mejoran el funcionamiento de nuestros mercados. Primero, mediante una mejora del rendimiento del sistema educativo, el aumento del nivel de cualificación de las personas que acceden al mercado de trabajo y la reducción del fracaso escolar y del abandono temprano del sistema educativo. Segundo, a través de medidas en el mercado de trabajo que reduzcan la tasa de desempleo y la temporalidad. Tercero, mediante políticas que aumenten la competencia entre empresas en los mercados de productos y servicios, lo que da lugar a un aumento de los salarios reales y del empleo.

“El problema de la desigualdad en España no lo causa el 1% más rico”. ¿A qué se refiere?

A diferencia de otros países, sobre todo EE.UU., en el caso de España el aumento de la desigualdad que hemos observado durante la crisis no viene asociado a un aumento de la participación de la renta del 1% más rico. De hecho, durante la crisis ese 1% más rico de la población ha visto como su participación en la renta incluso disminuía. El problema de la desigualdad está sobre todo en el 40% de la población con menos renta que ha visto como los efectos de la crisis han sido más intensos debido a una destrucción masiva de empleo.  

España no tiene altos niveles de desigualdad de riqueza, sino de renta. Esto es consecuencia de un enorme fracaso escolar, que crea una desigualdad de capital humano. ¿Podría desarrollar esto un poco más?

Uno de los problemas de España es que presenta una de las tasas de fracaso escolar y abandono temprano del sistema educativo más altas de la UE, por lo que no se está preparando bien a los futuros trabajadores. No se garantiza la igualdad de oportunidades ni proporciona a todos la educación que necesitan para abordar su futuro. Si ha esto sumamos las rigideces e ineficiencias de nuestro mercado de trabajo y su legislación laboral nos encontramos que se ha puesto el listón tan alto, sobre todo para la contratación indefinida en relación a la temporal, que solo las empresas más productivas y los trabajadores más cualificados están condiciones de saltarlo con facilidad con contratos estables y empleos de calidad, condenando al resto de trabajadores con menor capital humano al desempleo o la temporalidad. El resultado es una desigualdad muy elevada entre unos trabajadores y otros.

¿Qué papel desempeña el alto desempleo en la desigualdad?

Las causas de la desigualdad son diversas y varían entre países, al igual que sus efectos sobre el crecimiento, como explico en el libro En busca de la prosperidad, escrito con Javier Andrés. Como comentaba anteriormente, uno de los determinantes es la limitada igualdad de oportunidades en los resultados educativos, como también lo son la competencia imperfecta en los mercados, la interacción entre la globalización y el progreso técnico sesgado en habilidades, o la calidad institucional, la corrupción y la eficiencia del Estado de bienestar. Todos estos factores también afectan al desempleo. En concreto, la destrucción de empleo durante la crisis nos ayuda a explicar un 80% del aumento de la desigualdad.

¿Nuestro Estado del bienestar redistribuye bien la riqueza? ¿Qué medidas directas han de tomarse para reducir la pobreza? ¿Qué es más efectivo para reducir la desigualdad, redistribuir vía impuestos o vía gasto?

En algunas dimensiones, nuestro Estado de bienestar es tan redistributivo como el de otros países que suelen considerarse ejemplos a seguir en términos de redistribución y equidad. Por ejemplo, a pesar de que la presión fiscal es muy inferior a la de Suecia, Dinamarca o Noruega, el sistema fiscal en España consigue reducir la desigualdad antes de impuestos en una magnitud similar. Esta característica es algo que debe ponerse en valor, tenemos un sistema fiscal muy progresivo. Algo parecido ocurre con el sistema de prestaciones por desempleo. Sin embargo, en otras dimensiones es más ineficiente. Sobre todo en lo que tiene que ver con educación, políticas activas del mercado de trabajo o prestaciones contributivas. Hay que complementar estas últimas con otras no contributivas que sean función de los medios económicos con que cuentan sus beneficiarios y que, aunque permanentes a nivel social, terminen siendo temporales en el plano individual, es decir, que actúen conjuntamente con otras políticas para sacar permanentemente a sus beneficiarios de la situación de riesgo de exclusión social. Esto exige la condicionalidad de las prestaciones y una evaluación continua de su efectividad. Sin renunciar a que una parte se haga a través de impuestos progresivos, transparentes y sencillos, es mucho más eficiente redistribuir mediante políticas de gasto. Sobre todo asegurando la igualdad de oportunidades antes de tener que corregir la desigualdad ex -post. Más vale prevenir que curar.   

¿Cómo han afectado los recortes y la austeridad a la desigualdad?

El gasto público y la política fiscal han evitado un mayor aumento de la desigualdad. Si comparamos con respecto a cómo estábamos en 2007 antes de iniciarse la crisis, en términos per cápita muchas partidas de gasto (por ejemplo, en educación, sanidad o pensiones) son ahora superiores. A pesar de que la renta per cápita disminuyó un 10% y se destruyó el 18% del empleo. Comparado con el aumento del paro de 18 puntos porcentuales, el aumento de la desigualdad de 3 puntos en el índice de Gini ha sido muy inferior. Pero estas políticas podrían haber sido más efectivas si se hubieran evitado los incrementos de gasto de 2008 y 2009 que nos llevaron a una senda de déficit insostenible y a un callejón sin salida, que hicieron inevitables los recortes posteriores. Hubiera sido preferible gastar mejor en lugar de gastar más. El ajuste fiscal ha terminado siendo la consecuencia ineludible de unas políticas mal diseñadas anteriormente, que no fueron gratis y que no se financiaron solas.

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