Los “provocadores” tienen nombres y apellidos

Los jóvenes indignados por la situación de México y el mundo no merecen el tratamiento condescendiente que les prodigan sus paternalistas aliados en la prensa.
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Es un ciclo tan predecible que se vuelve tedioso, a tal punto que se antoja ofrecer disculpas al lector por hacerlo partícipe del desfile de redundancias. Un grupo de vándalos con el rostro cubierto la emprenden con lo que tienen a la mano contra los granaderos que custodian la manifestación; los granaderos se contienen por un rato y luego contraatacan arrestando a varias personas; los activistas denuncian la “represión” sin mayores calificativos; el gobierno de la ciudad de México balbucea ininteligiblemente; y sectores de la prensa afines a los manifestantes señalan la “provocación” que derivó en los reprobables actos de la autoridad. Póngase la fecha que se quiera, 1 de diciembre o 10 de junio, el formato se acomoda a la ocasión.

Las disculpas por lo repetitivo van en serio. Ya escribimos varias veces en este espacio sobre los provocadores y la represión. Dijimos, por ejemplo, que la alusión de muchos activistas y sus simpatizantes en la prensa a la “provocación” tiene como objetivo diluir la responsabilidad de los propios manifestantes por su participación en hechos que en el mejor de los casos son imprudentes y en el peor son delictivos, como la golpiza brutal que recibió un empleado del GDF a manos de manifestantes el lunes pasado. Dijimos también que la mención de los “provocadores” es deliberadamente vaga, señalando su presencia sin avanzar en su identificación, con el fin de concentrar todas las culpas en ese “constructo teórico”. Ayer miércoles 12 de junio, Julio Hernández López, en su columna “Astillero” de La Jornada, tuvo a bien ilustrar -clara aunque involuntariamente- estos argumentos. Aunque Hernández López señala a los “jóvenes, muchos de ellos encapuchados o con pañuelos en el rostro, preparados para enfrentar a las fuerzas policiacas”, no se plantea seriamente indagar quién pueden ser personas, a qué colectivos pertenecen ni cuáles serían sus justificaciones para agredir a las fuerzas de seguridad. En vez de ello, el popular @julioastillero prefiere retirarse hacia un cómodo nivel de abstracción y especular “si el uso de la provocación y los infiltrados corresponde a un proyecto de desestabilización política en el Distrito Federal permitido o tolerado por las propias autoridades”.

La verdad es que sólo hace falta un poco de oficio periodístico y un mínimo conocimiento de la miríada de sectas de izquierda que confluyen en manifestaciones como la del 10 de junio para irle poniendo nombre y apellidos a los “provocadores”. Todos los días en foros virtuales como el de #YoSoy132UNAM varios participantes reivindican abiertamente la confrontación con la fuerza pública y dirigen las peores invectivas a quienes defienden la protesta pacífica. En los círculos activistas todo mundo conoce a los “tirapiedras” por nombre, apodo, filiación, etcétera. La cuestión es que, al traer estos hechos a la discusión abierta, uno termina por socavar los cimientos de la narrativa plana de los provocadores malos y los activistas buenos, y empieza a pintar un panorama más complejo en el que, por ejemplo, muchos jóvenes activistas tienen las mejores intenciones de cambiar al país, pero carecen de un adecuado conocimiento del marco legal para la protesta social, y tienen un pésimo discernimiento de las oportunidades y retos tácticos de la manifestación callejera.

Según una lista elaborada por el Comité Cerezo, la mayoría de los 22 detenidos en los disturbios tras la manifestación del 10 de junio son miembros de dos organizaciones: el Frente Oriente y la Liga de Trabajadores por el Socialismo – Contracorriente (LTS-CC). Recién nos enteramos anoche que de los 22 detenidos, los únicos 7 consignados al Reclusorio Oriente son miembros del Frente Oriente, el cual se ha ganado a pulso su reputación como “tirapiedras” tras su participación en los disturbios del 1 de diciembre, la toma de la Dirección General del CCH y la toma de Rectoría. Al parecer, los detenidos de la LTS-CC fueron esta vez los afectados por una agresión iniciada por miembros de otra organización, lo cual es una ironía mayúscula porque hace 14 años eran precisamente los miembros de la LTS-Contracorriente los que iniciaban las agresiones a la policía que dejaban a varios compañeros atrapados en la refriega.

Todos los activistas del CGH recuerdan aquel 14 de octubre de 1999 cuando Sandra Romero y otros militantes de la organización encabezaron un cierre de los carriles centrales del Periférico tras una protesta contra Televisa y TV Azteca. Todo mundo recuerda también que luego de iniciar la confrontación con la policía, los miembros de la LTS-CC desaparecieron de la escena y reaparecieron muy campantes en el auditorio Che Guevara cuando se hacía el recuento de los daños. Esa acción, entre varias otras, atrajo las sospechas de una mayoría de participantes en el CGH sobre la posible condición de “infiltrados” y “provocadores” de la LTS-CC, la cual nunca ha probado nadie concluyentemente. Esa es la enseñanza sobre los “provocadores” que quisiera enfatizar… una vez más. En vez de iniciar aludiendo a la “provocación” en abstracto y especular sobre las posibles conexiones con el poder, empecemos ubicando a las personas de carne y hueso que conocemos bien porque participan abiertamente en el movimiento del que formamos parte y no tengamos miedo de decir, cuando sea el caso, que los vimos iniciar la confrontación con la policía. Si el gobierno aplica la tabla rasa acusando a todos los detenidos de los mismos delitos genéricos, evitemos hacer lo mismo pretendiendo que a nadie le cabe ninguna responsabilidad por los actos de violencia que todos, activistas y sociedad en general, reprobamos. Evitemos que ciertas personas con fantasías pseudo-revolucionarias y nula capacidad de  organización se escuden detrás de los movimientos sociales para descargar sus frustraciones sin pensar en las consecuencias.

Me parece que los jóvenes indignados por la situación de México y el mundo no merecen el tratamiento condescendiente que les prodigan sus paternalistas aliados en la prensa, destinado a evitarles encarar su propia responsabilidad, y sí en cambio merecen que se les tome con la mayor seriedad del mundo tanto para señalar la justeza de muchas de sus causas como para criticar la torpeza de muchas de sus tácticas de protesta. 

 

* La organización LTS-CC, en voz de Sandra Romero, ambas mencionadas en el artículo, respondieron a los comentarios vertidos aquí. En este link puede encontrarse la respuesta. 

 

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Politólogo, egresado de la UNAM y de la New School for Social Research.


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