Lo bueno de lo malo

Al hombre se le puede arrebatar todo salvo una cosa: la última de las libertades humanas —la elección de la actitud personal que debe adoptar frente al destino— para decidir su propio camino.
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El periodista francés Antoine Leiris perdió a su esposa Hélène en la sala de conciertos Bataclán durante los ataques del 13 de noviembre en París. El lunes después de la tragedia que mató a 130 personas e hirió 350 y tras acudir a reconocer su cuerpo, Leiris escribió una carta a los asesinos en la que categóricamente les dice que no tendrán su odio, que han perdido ya, pues su esposa seguirá aquí, en este paraíso de almas libres al que ellos nunca tendrán acceso.

“Responder al odio con la ira sería ceder a la misma ignorancia que hizo de ustedes lo que son”, dice el periodista, quien recuerda haber ido con su esposa, ambos conmovidos, a poner flores tras el ataque de enero contra el semanario humorístico Charlie Hebdo. “Por supuesto, estoy devastado por la pena, les concedo esa pequeña victoria, pero será de corto plazo […] De hecho, no tengo más tiempo para dedicarles, tengo que ocuparme de Melvil que se despierta de la siesta. Tiene apenas 17 meses, se comerá la merienda como cada día, jugaremos como cada día y toda su vida, este niño les hará la afrenta de ser feliz y libre. Porque no, tampoco tendrá su odio”.

Lo ocurrido en París es un ejemplo de que las personas pueden conservan su capacidad de decisión cuando las circunstancias externas les son adversas. La noche de la tragedia, en medio del ambiente de peligro que se vivía en las calles, los franceses comenzaron a ofrecer en redes sociales, con la etiqueta #PorteOuverte (#PuertaAbierta), alojamiento a quienes se les dificultara regresar a casa o a sus hoteles para que no se quedaran en la calle.

Con el hashtag #StrandedInUS, los estadounidenses ofrecieron esa misma noche sus hogares a los franceses que debido a los vuelos cancelados habían quedado varados en la Unión Americana, sin poder volver a su país, y que necesitara un lugar para pasar la noche.

Pero la solidaridad llegó más allá. La noche del 23 de noviembre, mientras la policía belga realizaba varias operaciones antiterroristas coordinadas en Bruselas y otros puntos del país, internautas comenzaron a difundir información sobre los movimientos de la Policía.

Las autoridades llamaron entonces a no compartir datos o detalles que pudiesen ayudar a los sospechosos, tras lo cual los usuarios de Twitter  respondieron a la petición con una gran acción coordinada, de modo que cualquier comentario que se buscase sobre lo que estaba ocurriendo en Bruselas con la etiqueta #BrusselsLockedDown iba acompañado de una foto, un gif o un vídeo de gatos.

A los mensajes como “Keep calm and tweet a cat” (Mantén la calma y tuitea un gato) siguieron otros al final de la jornada como “Operación terminada, los gatos pueden volver". A la mañana siguiente, la propia policía belga emitió desde su cuenta de Twitter la imagen de un tazón con comida y la frase “Para los gatos que nos ayudaron ayer por la noche, sírvanse”.

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Lejos de ahí, en Beirut, el islandés Gissur Simonarson, fundador del sitio Conflict News, fotografió el pasado mes de agosto a un refugiado que, acompañado de su hija, vendía bolígrafos en las calles, e inició una campaña bajo el nombre de Buy Pens para localizarlo y reunir dinero para ayudarlo. La meta era recaudar 5 mil dólares.

Con la ayuda de reporteros en la zona, se supo que aquel hombre era Abdul Haleem al-Kader, un refugiado de origen palestino que había vivido en un campo de refugiados en Siria de donde escapó con su esposa y sus hijos de nueve y cuatro años. Sin embargo, su esposa regresó a Siria y él se quedó en Líbano como el único sostén de los niños.

La historia se elevó a un nivel impensable, pues la cifra conseguida para él llegó hasta los 191 mil dólares, con los cuales hoy este hombre administra una pastelería, un restaurante y un local de kebab, donde además emplea a 16 refugiados sirios.

Viktor Frankl escribió hace casi 70 años que al hombre se le puede arrebatar todo salvo una cosa: la última de las libertades humanas —la elección de la actitud personal que debe adoptar frente al destino— para decidir su propio camino. Que cada hombre, aun bajo unas condiciones tan trágicas guarda la libertad interior de decidir quién quiere ser —espiritual y mentalmente— porque incluso en esas circunstancias es capaz de conservar la dignidad.

Las vidas de Antoine Leiris y Abdul Haleem al-Kader son acaso resultado de una decisión íntima, más que el producto de tiránicas influencias externas en medio de tragedias personales. Sin embargo, sus historias están cruzadas por las elecciones de miles de ciudadanos que también han decidido dotar su vida como comunidad de un sentido más profundo y que han encontrado humor y solidaridad en el dolor.

Dice el Eclesiastés bíblico que hay un tiempo de matar y un tiempo de curar; tiempo de destruir y tiempo de edificar, tiempo de llorar y tiempo de reír. Este es un año para estar orgullosos de lo que aún podemos ser y del bien que aún somos capaces como lo escribía Ana Frank en unas pocas líneas:

“Asombra que no haya abandonado aún todas mis esperanzas, puesto que parecen absurdas e irrealizables. Sin embargo, me aferro a ellas a pesar de todo, porque sigo creyendo en la bondad del hombre. Me es absolutamente imposible construirlo todo sobre una base de muerte, de miseria y confusión […] me compadezco del dolor de millones de personas; y, sin embargo […] pienso que todo eso cambiará y que todo volverá a ser bueno, que hasta esos días despiadados tendrán fin, y que el mundo conocerá de nuevo el orden, el reposo y la paz”. ~

 

 

 

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Periodista. Autor de Los voceros del fin del mundo (Libros de la Araucaria).


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