Una tragedia llamada México

El año de Ricardo es un montaje que no debe quedar en el olvido, que debe viajar a las muestras de teatro de nuestro país.
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Hace tiempo escuché decir al director británico Danny Boyle que el cine para adultos estaba muerto. Se quejaba al hablar de cómo la industria huía de las grandes historias que tocaban el espíritu del hombre y que hoy todo era políticamente correcto por miedo a ofender. Sin temor a equivocarme creo que lo mismo pasa en el teatro, por lo menos en México. Hoy, pareciera que la forma es más importante que el sentido y contenido de aquello que se cuenta; que la exploración formal solo retrata la copia de la copia de aquello que nos venden los extranjeros como vanguardia. Basta revisar las puestas en escena nacionales “experimentales” para dar fe de esto: la gran mayoría aborda narrativas chabacanas donde se habla de conflictos pasivos y trillados que en su mayoría huyen e intentan no abordar los problemas que como mexicanos nos atañen, más en este tiempo donde la violencia y descomposición nacional es tal que se vuelve increíble y absurda.

Recién tuve la fortuna de ver la puesta en escena de El año de Ricardo, escrita por Angélica Liddell, bajo la dirección de Alonso Barrera y ejecutada magistralmente por María Aura y Juan Velásquez. Sin duda, esta puesta en escena debería de verse en todo el país para hacernos comprender varias cosas. La primera de estas sería que el teatro mexicano tiene en Barrera a un creador sólido y visionario, como pocos directores en nuestro país, por el sencillo motivo de que para éste las modas no existen y trabaja con la materia prima del quehacer para la escena: la naturaleza humana. Alonso, sin más que el clásico espacio vacío, es capaz de mostrarnos la decadencia del México contemporáneo (que aborda los asesinatos, el narcotráfico, la impunidad, la denuncia social por nuestros desaparecidos, la vida de las víctimas, la demencia por el poder, gracias a la metáfora del tirano shakesperiano) sin sonrojarse al abordar y resignificar la escritura de Liddell (y me quito el sombrero), por demás potente y digna de admirarse, como dramaturgo no puedo ser más sincero.

El trabajo de María Aura es un claro ejemplo de lo que un actor bien dirigido puede lograr, su ejecución de Ricardo no tiene comparación (es exacta y compleja) y nos mantiene, durante más de una hora, sentados riéndonos con escarnio de nosotros mismos. Ojalá que María tenga la oportunidad de trabajar con más directores como Barrera, tanto en cine como en teatro, que la reten a crear y explorar personajes tan inolvidables como éste. Por otra parte, la ejecución que realiza Juan Velásquez es impecable, nos deja ver con claridad aquello que el silencio es capaz de crear sobre la escena, no tuvo que decir un solo parlamento para que comprendiéramos la decadencia y soledad que acosa constantemente a su personaje enmudecido. Así pues, abandonando la metafísica barata a la que puede apelar el pensamiento teatral, la manera de abordar el silencio que logra Alonso es la correcta, significa solo aquello que debe y no pretende descubrir los hilos negros del mutismo sobre la escena, a la que apela la mediocridad del pensador de ocasión.

El año de Ricardo es un montaje que no debe quedar en el olvido, que debe viajar a las muestras de teatro de nuestro país, que debe salir a festivales en el extranjero: Cádiz, el Festival del Sur, Avignon, entre otros. Alonso Barrera desde su trinchera en La Fábrica, en Querétaro, está logrando lo que muchos quisieran hacer en el Distrito Federal, simplemente trascender ante la mirada del espectador. Aplaudo de nuevo el trabajo de Alonso, María, Angélica y Juan, porque este Teatro para adultos es el que necesitamos para comprender nuestra naturaleza, dejemos en el olvido las frivolidades.

 

El año de Ricardo se presenta en el  Foro Shakespeare, ciudad de México, del 4 al 25 de junio de 2015. 

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Dramaturgo y narrador, obtuvo Premio Nacional Bellas Artes de Literatura 2012.


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