Cartel promocional de la primera película de Woody Allen.

La primera película de Woody Allen

El director de Manhattan y Annie Hall cumple 80 años. Para homenajearlo nos vamos a la otra punta de su filmografía: su casi experimental primera película.
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Como Woody Allen cumple hoy 80 años, me pareció una buena ocasión para escribir sobre él. Pero pronto me asaltó una cuestión: qué decir sobre él que no se haya dicho mil veces ya. Entonces decidí ir a contramano. Ya que cada año la pregunta habitual es: “¿Viste la última película de Woody Allen?”, me propuse mirar hacia atrás. ¿Vieron la primera película de Woody Allen?

La pregunta tiene trampa. Porque si bien el canon cinematográfico considera que su primer trabajo es Take the Money and Run (Robó, huyó y lo pescaron en América Latina, Toma el dinero y corre en España), de 1969, su filmografía en IMDb y otros sitios especializados refiere una obra anterior. Una obra titulada What’s Up, Tiger Lily?, conocida en los países de habla hispana como Lily, la tigresa, con fecha en 1966.

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What’s Up, Tiger Lily? fue una especie de experimento. En primer lugar, Woody Allen tomó una película japonesa titulada Kagi no kagi (que significa algo así como “Llave de llaves”). Era la cuarta entrega de una serie de cinco películas (llamada Kokusai himitsu keisatsu, es decir, “Policía secreta internacional”), que pretendía imitar la por entonces flamante saga de James Bond.

Lo que hizo luego fue doblarla al inglés, pero con unos diálogos que no tenían nada que ver con el guion original, sino que convertían la película en una comedia absurda, centrada en la búsqueda —por parte de distintas y violentas facciones— de una receta para hacer una ensalada de huevos.

Lily, la tigresa se hizo sin un guion previo”, explica Eric Lax en su exhaustiva biografía de Woody Allen, publicada en 1991. “Antes de pasar a un estudio para el doblaje de las voces, Woody alquiló una habitación en el hotel Stanhope de la Quinta Avenida, montó un proyector y pasó la película varias veces seguidas. Según [él y sus colaboradores] iban viendo las distintas escenas, cada uno iba diciendo lo que en ese momento se le ocurría”.

El resultado es muy divertido. El truco de hacerles decir a unos personajes algo que en realidad no están diciendo suele ser efectivo, mucho más si se añaden buenos chistes. En una escena, un hombre le entrega a otro un papel con el plano de la casa donde vive quien tienen en su poder la receta de ensalada de huevos.

—Esta es la casa de Shepard Wong.
—¿Vive en ese pedazo de papel?
—¡No, idiota! Tiene una casa normal.

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Después de una primera escena repleta de acción, la película muestra un despacho en el que se encuentran Woody Allen y un presentador. Con gesto serio, Allen afirma que en Hollywood querían hacer “la película definitiva sobre espionaje” y que por eso lo llamaron a él. Después vienen los créditos, en los cuales un Woody Allen en dibujos animados interactúa con imágenes de una actriz japonesa y con los propios textos, como se observa aquí:

Cuando va por la mitad, el filme vuelve a llevarnos al despacho del comienzo. “Woody, ya que la historia es un poco difícil de seguir, ¿podría hacer un resumen para la audiencia?”, pregunta el presentador. “No”, responde Allen. Y la acción de la película continúa.

El director aparece una vez más, en el final. Come una manzana, acostado en un sofá, y hace un último chiste. Con su cara se va el último fotograma de la película.

Tal protagonismo en este experimento de 1966 solo podía significar una cosa: la popularidad de Woody Allen en Estados Unidos precedió a sus películas. Para saber de dónde provenía, me puse a leer e investigar un poco sobre él.

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Así fue como me enteré de que empezó a trabajar inventando chistes cuando tenía diecisiete años. Se encerraba en una oficina durante dos horas por día y al final del turno entregaba tres o cuatro páginas mecanografiadas, con una media de cincuenta chistes diarios. Lo hizo durante dos años y calcula que en ese período escribió unos 20 mil chistes. (Y pensar que uno se pone contento cuando, cada muerte de obispo, se le ocurre algo que, con buena voluntad, se puede calificar de ingenioso.)

Supe también que, después de eso, escribió guiones para teatro y televisión. Y que luego decidió poner el cuerpo él mismo como comediante de clubes nocturnos. Y que empezó a salir en la tele cada vez con mayor frecuencia, hasta para boxear contra un canguro. Y que todo eso era parte del plan, trazado por sus productores y amigos Jack Rollins y Charles Joffe, para hacerse un nombre y, gracias a eso, poder acceder al control total de sus obras. Escribirlas, dirigirlas, incluso actuar en ellas si era apropiado. No tardó tanto: lo hizo ya en Take the Money and Run, cuando tenía 33 años de edad. Y sigue haciéndolo, casi medio siglo y medio centenar de películas después.

What’s Up, Tiger Lily? se puede ver completa en YouTube. Hay una versión con subtítulos, con una calidad de imagen bastante baja, y otra sin subtítulos, que se ve un poco mejor. Una de las maravillas de internet es poder acceder con tanta facilidad a esta clase de joyas, las cuales, hasta hace no mucho, eran casi inhallables.

Hacia el final de Woody Allen: A Documentary (película de 2012), el escritor y crítico F. X. Feeney dice con ilusión: “Me encanta que su padre haya vivido hasta los 100 años y su madre hasta los 96. Evidentemente él se está cuidando muy bien. Con esos genes, quizá lo tengamos haciendo una película por año a los 105”. Y sí, quién sabe. Quizá dentro de un cuarto de siglo todavía podamos preguntarnos si ya vimos la última película de Woody Allen.

 

 

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(Buenos Aires, 1978) es periodista y escritor. En 2018 publicó la novela ‘El lugar de lo vivido’ (Malisia, La Plata) y ‘Contra la arrogancia de los que leen’ (Trama, Madrid), una antología de artículos sobre el libro y la lectura aparecidos originalmente en Letras Libres.


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