El problema de hablar muy gombrowiczianamente de Gombrowicz

Un espectáculo teatral con formato televisivo busca acercar a un escritor polaco, muerto hace casi medio siglo, a gente que nunca lo escuchó nombrar. ¿Qué resultado puede tener?
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En agosto de 2014, un grupo de escritores y lectores argentinos, con el apoyo de la embajada de Polonia en Buenos Aires, organizó en esa ciudad el I Congreso Internacional Witold Gombrowicz. Ahora, el grupo, liderado por el escritor e historiador Nicolás Hochman, presentó un libro digital —de descarga gratuita— titulado El fantasma de Gombrowicz recorre la Argentina, casi 400 páginas que reúnen los 37 artículos presentados en el congreso de dos años atrás.

Como excusa para la presentación, la gente del congreso montó un espectáculo llamado “Contra los escritores”. Se anunció como “un show con formato televisivo en el que más de veinte famosos (actores, músicos, futbolistas, periodistas, artistas y casi ningún escritor) van a jugar, leer y deformar a Gombrowicz”. Se realizó la semana pasada en el Teatro del Globo, en Buenos Aires. La entrada fue gratuita. La capacidad de la sala, 480 butacas, estuvo colmada. “Lo mejor es que queríamos, al principio, un teatro de 200 para que no se notara tanto la falta de gente”, escribió Hochman en Twitter unos días después.

Las 480 personas que llenaron la sala no sabían a lo que iban, no tenían más que una vaga idea de dónde se estaban metiendo. Los organizadores, por supuesto, sí tenían claro lo que querían. Entrevistado por un programa de radio, minutos antes del comienzo del show, Hochman dijo

“El objetivo es poder iniciar una generación de lectores diferente a la de la época de Gombrowicz o a la que vino inmediatamente después. Nuestra sensación es que si vos parás por la calle a cualquier transeúnte y le preguntás si oyó hablar de Gombrowicz, te va a decir que no. El objetivo de eventos como este es, no sé si revertir esa situación, pero sí intentar hacer algo al respecto”.

El resultado dejó a casi todos muy contentos. Tanto al público (lo palpé mientras salía, pues fui uno de los 480 espectadores) como a la organización, tal como lo describe el propio Hochman en un artículo que publicó en Facebook.

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“Contra los escritores” alude a “Contra los poetas”, que es como se tituló una famosa conferencia que Witold Gombrowicz dictó el 28 de agosto de 1947 en un centro cultural de Buenos Aires. “Los versos no gustan a casi nadie y el mundo de la poesía versificada es un mundo ficticio y falsificado”: esa era la tesis de su discurso. Gombrowicz fue sin duda un provocador, y aunque luego afirmase que “habría sido más prudente no remover uno de los escasos ámbitos de tipo religioso que nos quedan” (en referencia a la poesía) no dejó nunca de hacerlo.

Los realizadores del congreso, por supuesto, también buscaron provocar. Por eso el espectáculo no fue de tipo literario (como el congreso hace dos años) sino televisivo (una de las pocas cosas que sí se anunciaron con antelación). Si Gombrowicz, en su discurso, explicaba que los versos lo aburrían, pero que se conmovía cuando la poesía aparecía mezclada con elementos más prosaicos (“por ejemplo, en los dramas de Shakespeare, en la prosa de Dostoievsky o de Pascal o simplemente al contemplar una puesta de sol”), los organizadores apuntaron a gente que en general se aburre con la literatura, pero que puede llegar a prestarle atención si aparece no como libro sino mezclada con elementos más mundanos. Por ejemplo, la televisión.

Igual que un programa televisivo de entretenimientos, “Contra los escritores” tuvo dos conductores —un hombre y una mujer— y dos grupos de famosos (o casi) que compitieron en diversos juegos de preguntas y respuestas hasta determinar un ganador. Las preguntas y respuestas tenían que ver, más o menos lejanamente, con Gombrowicz. En su artículo de Facebook, Hochman cuenta que no ve televisión desde los quince años, que no conoce a los famosos y que el mundo de la farándula lo pone de muy mal humor, pero que apostó a que sus prejuicios fueran solo “cosa de deformación intelectual. Y eso fueron, nomás”. Pudo comprobarlo porque trató mano a mano con los actores, humoristas, periodistas y demás celebrities que participaron del show. Para quienes estuvimos en el teatro pero no tuvimos contacto con ellos tras bambalinas, fue como asistir a la grabación de un programa de tele. Esa tele que no vemos, llena de esa gente de la farándula que nos pone de mal humor.

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Parece que bastante gente fue a “Contra los escritores” no solo sin saber de qué se trataría el espectáculo, sino incluso sin haber oído nunca hablar de Gombrowicz. Fue porque había famosos, porque vieron una cola larga para entrar, porque era gratis. Parece que varios de esos mismos que no sabían a qué iban volvieron a sus casas con libros de Gombrowicz que compraron en el hall del teatro. Transeúntes que nunca habían oído hablar de Gombrowicz y que ahora lo tienen más cerca. En este sentido, no hay duda de que el espectáculo fue un éxito. Además, como ya mencioné, dejó a casi todos muy contentos.

A casi todos.

Será que soy demasiado escéptico, o demasiado pesimista, o quién sabe demasiado qué. La cuestión es que volví a mi casa pensando en la famosa anécdota que Ernesto Sabato contó en Uno y el universo sobre las dificultades de la divulgación científica. Un amigo le pregunta por la teoría de Einstein y él le habla de tensores y geodésicas tetradimensionales. El amigo no entiende nada. Sabato da entonces una explicación menos técnica: conserva algunas geodésicas, pero hace intervenir a aviadores y disparos de revólver. “Ya entiendo casi todo”, dice el amigo, “salvo eso de las geodésicas y coordenadas”. Sabato, deprimido, olvida las geodésicas y se dedica en exclusiva “a aviadores que fuman mientras viajan con la velocidad de la luz, jefes de estación que disparan un revólver con la mano derecha y verifican tiempos con un cronómetro que tienen en la mano izquierda, trenes y campanas”.

—¡Ahora sí, ahora entiendo la relatividad! —exclama el amigo con alegría.

—Sí —responde Sabato amargamente—, pero ahora no es más la relatividad.

Llegué a mi casa con la sensación de que, después de “Contra los escritores”, bastante gente se siente más cerca de Gombrowicz, pero que ese ya no es más Gombrowicz. Bueno, Hochman escribió después algo parecido:

“No fue Gombrowicz. No fue un homenaje a Gombrowicz. No fue lo que Gombrowicz hubiera hecho o querido. Fue lo que nosotros hicimos (lo que pudimos, lo que quisimos hacer) con Gombrowicz. Nuestra manera de acercar sus libros a gente que probablemente no había escuchado su nombre nunca”.

Así como Gombrowicz advirtió que “no hay que hablar poéticamente de la poesía”, se me hace que tampoco ayuda mucho hablar (tan) gombrowiczianamente de Gombrowicz. Pero bueno, no sé. Se quedaron casi todos tan contentos que el equivocado debo ser yo.

 

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(Buenos Aires, 1978) es periodista y escritor. En 2018 publicó la novela ‘El lugar de lo vivido’ (Malisia, La Plata) y ‘Contra la arrogancia de los que leen’ (Trama, Madrid), una antología de artículos sobre el libro y la lectura aparecidos originalmente en Letras Libres.


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