El voto mocho: acerca del proceso para votar en el exterior en las elecciones mexicanas del 2012

El modelo para el voto en el extranjero ha privilegiado el formalismo y la rigidez y con esto ha limitado el universo de potenicales electores
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El 1 de octubre de 2011 arrancó el periodo de registro para que los mexicanos que radican en cualquier parte del mundo y decidan votar en las elecciones de su país de origen  en el 2012  puedan hacerlo.  Esta es la segunda vez que  en México se llevarán a cabo elecciones en que se podrá votar desde el extranjero.  Ocurrió por primera vez en la elección del 2006 cuando se inauguró este proceso de ampliación de derechos electorales a todo mexicano más allá de su ubicación geográfica. A diferencia del 2006, la próxima elección del 2012 incluye la novedad de que por primera vez, los mexicanos oriundos de la ciudad de México (chilangos) también podrán votar para elegir al Jefe de Gobierno. Si bien en México hay otras experiencias de voto desde el exterior a nivel estatal, como el caso del estado de Michoacán donde se ejerce el voto trasnacional desde el 2006, esta es la primera vez que la ciudad de México, la Gran Tenochtitlán, participa de esta experiencia. Otros estados, como Morelos, tienen aprobado este derecho pero declararon no estar en condiciones para echarlo a andar para esta elección presidencial ya en proceso. Y en otros más, como en Chiapas, la propuesta todavía está en debate a nivel del Congreso local.

El derecho a votar desde el exterior es una conquista largamente demandada por diferentes grupos de mexicanos, tanto por quienes radican fuera del país, como dentro. Si bien se aprobó desde 1998, debido a que no se definieron las modalidades específicas de cómo sería ese voto, su real ejercicio se pospuso prácticamente una década.  Una vez realizada la primera elección transfronteriza, sus resultados no coincidieron con las expectativas de lo que esa elección podría recabar en número de votantes[1], sobre todo porque la comunidad emigrante mexicana es una de las más extensas del planeta, radicados de manera predominante en Estados Unidos  (11 millones de mexicanos), aunque con una participación electoral cada vez más significativa en otros puntos del planeta. Los resultados electorales de ese 2006 pusieron en tela de juicio el procedimiento mismo, ya que, más allá de explicaciones que hablan de apatía o lejanía ante los procesos políticos mexicanos vistos desde el exterior, lo cierto es que un principio de la democracia es garantizar las condiciones para que los ciudadanos puedan ejercer efectivamente sus derechos, de tal manera que más allá de las prácticas y preferencias personales, lo central radica en el diseño institucional bajo el que esta armado el voto en el exterior.

La mayor queja que hay sobre esta experiencia, que a todas luces constituye un paso hacia delante en el proceso de consolidación de la parte electoral del modelo democrático mexicano, es acerca de la manera en cómo se vota. Desde 2005, cuando en la Cámara de diputados se definieron las modalidades de votación desde el extranjero, el modelo no dejó contento a nadie. Se trataba de un formato muy rígido que a la postre evidenció sus limitaciones: solo se podría votar con una credencial con fotografía del IFE; el mecanismo para registrarse y votar era sumamente complejo y caro; el voto por envío postal tenía que ser pagado por el votante (costaba lo equivalente a 15 dólares americanos); además, los políticos no podrían hacer campañas en el exterior a riesgo de que el partido que hiciera proselitismo trasnacional fuera sancionado severamente [2] .

Para la elección del 2012 algunos de los puntos de mayor queja entre la ciudadanía radicada fuera del país han sido resueltos, por ejemplo el envío gratis  del voto o el ingreso vía  Internet de las formas de registro electoral. Sin embargo, otros puntos de  gran importancia quedaron  suspendidos porque la Cámara de Diputados no hizo las reformas que podrían haber modificado el proceso electoral  trasnacional del 2012. 

Veamos: es cierto que votar en las elecciones mexicanas con la credencial del IFE es un punto al que no se le puede dar vuelta porque es la base del sistema electoral mexicano actual. México, entonces, tiene uno de los modelos más restrictivos de voto en el exterior porque, como se mencionó, solo se puede votar con la credencial del IFE, obtenida únicamente dentro del territorio mexicano, aun cuando otros documentos sirvan como identificación oficial de los ciudadanos mexicanos (pasaporte; matricula consular, licencia de manejo). Pero es restrictivo además porque no existe la posibilidad de que los candidatos hagan campaña, ni proselitismo en las comunidades de mexicanos, tal como sí ocurre en elecciones tan festivas como las de colombianos, dominicanos o brasileños en el exterior. El modelo que se aprobó para las pasadas elecciones del 2006 pudo haberse modificado pero no se hizo porque simplemente los políticos decidieron mantener el formalismo del voto en el exterior a costa de acotar el universo de potenciales electores. En teoría política esto se interpreta como una condición que mantiene la marginalidad política de un grupo, aun cuando se le conceda formalmente un derecho. Esto es, si no hay condiciones elementales para que los ciudadanos se incorporen a un proceso de manera plena, en realidad, el propio sistema los está excluyendo aunque formalmente  diga que los incluye. Por ejemplo, si se tiene que caminar  por horas para poder votar, si para ejercer el derecho electoral se tiene que pagar o si es imposible tramitar el elemento indispensable, como en este caso es la credencial del IFE, entonces, estamos ante un  proceso incompleto, carente de sentido inclusivo –punto central de la democracia. De esta manera, como se dice coloquialmente, si bien el voto en el exterior es un paso enorme para la democracia mexicana, sin embargo, con limitaciones  tan básicas como las señaladas aquí,  podemos decir que se trata de un voto mocho, incompleto, carente de verdaderas condiciones para incorporar al proceso político mexicano a sus ciudadanos que viven en el extranjero. Por tanto, mientras estas condiciones no se revisen y por lo menos para esta elección del 2012 ya no se hizo, entonces, la participación electoral migrante estará restringida a los afortunados que aun conservan, en su cajita de añoranzas,  su credencial del IFE.



[1]Para leer sobre esta primera experiencia electoral sugiero mi libro Los super héroes no existen. Los migrantes mexicanos ante las primeras elecciones en el exterior, México, Instituto Mora, 2010.

[2]Lafleur, Jean-Michel y Leticia Calderón-Chelius,  "Assessing Emigrant Participation in Home Country Elections: The Case of Mexico’s 2006 Presidential Election", en International Migration, Número especial: The Transnational Political Participation of Latino Migrants in Europe, Vol. 49, No. 3, p 99–124, Junio 2011.

 

 

 

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Profesora-investigadora y Jefa del Área de Sociología Política y Económica del Instituto MORA


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