Leonardo DiCaprio y el cine en los dosmiles

En la última década del siglo anterior Leonardo DiCaprio obtuvo celebridad; en la primera del siglo actual consiguió prestigio. 
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En la última década del siglo anterior Leonardo DiCaprio obtuvo celebridad; en la primera del siglo actual consiguió prestigio. Por eso su nombre encabezó el reparto de películas fundamentales y se convirtió en uno de los actores emblemáticos de este período. Si en 1997 ascendió a la fama con Titanic y en 1998 trabajó para Woody Allen (en Celebrity), pocos años después inició una serie de colaboraciones con algunos de los cineastas más sólidos del mundo anglosajón, como los británicos Danny Boyle, Christopher Nolan, Sam Mendes y Ridley Scott y los norteamericanos Martin Scorsese, Steven Spielberg y Clint Eastwood. Su relación con estos realizadores no es gratuita, es el resultado de la voluntad de evolucionar y el afán de asumir riesgos. “Puedes ser una estrella de cine o puedes tratar de iluminar diferentes aspectos de la condición humana”, comentó en alguna ocasión. Su trayectoria ha dejado en claro cuál es la opción que decidió seguir. Si pudo eternizarse como galán juvenil o, como algunos actores, filmar más de una película por año y estancarse en una sola clase de personaje (como ahora vemos a Tom Cruise o a Nicolas Cage), DiCaprio ha dosificado su trabajo, ha sido selectivo y ha apostado por dar vida a personajes con una riqueza interior apreciable que representan retos constantes. Para obtener papeles que le resultan atractivos y trabajar bajo las órdenes de realizadores que respeta (como en The Aviator (2004) y recientemente en The Wolf of Wall Street (2013), ambas de Martin Scorsese) incluso se ha involucrado en la producción. Un actor es tan grande como los proyectos en los que participa, los directores para los que trabaja, los personajes que con ellos crea. Y DiCaprio no ha dejado de crecer, como un repaso de su filmografía (en particular a partir del año 2000) permite confirmar.

            Leonardo Wilhelm DiCaprio nació en Hollywood y fue orientado hacia la actuación desde su niñez, cuando sus padres firmaron con un agente y comenzó a aparecer en comerciales y series de televisión. El reconocimiento llegó con What's Eating Gilbert Grape (1993) del sueco Lasse Hallström, en la que da vida a un joven que padece un leve retraso mental y es bastante efusivo. Por su desempeño obtuvo nominaciones al Globo de Oro y al Óscar a mejor actor de reparto. Con Romeo + Juliet (1996) de Baz Luhrmann, pero sobre todo Titanic (1997) de James Cameron, en las que interpreta a amantes trágicos, despegó como estrella romántico-juvenil, faceta que explotó en pocas películas.

            Como en The Beach (2000) de Danny Boyle y Don's Plum (2001) de R.D. Robb. En la primera se plantea la utopía del aislamiento en un paraíso terrenal y DiCaprio interpreta a Richard, un joven que se lanza a una isla secreta en la que se vive bajo los parámetros de una sociedad justa y con una prometedora oferta de placeres. Su afán es experimentar excesos y acumular sensaciones: Richard encarna la juventud que quiere cambiar el mundo y termina por reproducir patrones viejos y no menos nefastos que los de sus mayores. La aventura era excitante… al principio. La segunda fue filmada en 1995 y sigue a un grupo de jóvenes que se reúne para compartir sus miserias.

             En Gangs of New York (2002), un proyecto que Martin Scorsese trabajó a lo largo de varios años, inicia su colaboración con el cineasta neoyorquino, quien le ofrecería el rol principal en todos los largometrajes de ficción que filmó en la primera década de este siglo. Para el actor esto ha representado alcanzar una meta trazada años atrás: “Si me hubieran preguntado a los 16 años con cuál director quería trabajar, habría sido con Marty.” En Gangs of New York, cuya acción se ubica en 1863, DiCaprio es Amsterdam Vallon, encarna la venganza y encara la pandilla del hombre que mató a su padre. El actor afirma que el realizador es un perfeccionista, lo que provocó que el rodaje de esta película se extendiera más allá de lo programado y rebasara el presupuesto asignado.

            En el 2002 también se estrenó Catch Me If You Can de Steven Spielberg, “la única persona”, según DiCaprio, “que conoce tanto de cine como Martin Scorsese”. La cinta se inspira en una historia real y sigue las actividades de un estafador (DiCaprio) que es buscado por el FBI y termina siendo un sensible reclamo, en tono de comedia, de un hijo desatendido a un padre irresponsable.

            El aviador (2004) representó la posibilidad de trabajar una vez más con Scorsese. Aquí da vida a Howard Hughes, un hombre que ganó celebridad y fortuna como empresario, productor y director cinematográfico y tenía una pasión por la aviación. DiCaprio inaugura una galería de personajes que, como Hughes, se caracterizan por una percepción singular de la realidad, que se asoman a la genialidad pero también a la locura. Scorsese entrega aquí una de sus mejores películas y DiCaprio uno de sus mejores desempeños. Ambos fueron nominados al Óscar, y ambos salieron con las manos vacías de la ceremonia de premiación. Dos años después vendría la revancha para el cineasta, pero no para el actor con The Departed (2006). DiCaprio se pone en los zapatos de Billy, un policía que trabaja fuera del sistema y es infiltrado en la mafia. El actor fue nominado a numerosos premios, entre ellos el BAFTA británico, pero no se llevó ningún reconocimiento importante. Scorsese, por su parte obtuvo la estatuilla que se la había negado por años. La década cerraría con la cuarta colaboración de ambos: Shutter Island (2010). El argumento recoge las contrariedades de Teddy Daniels, quien llega en 1954 a una isla para investigar la desaparición de una paciente del hospital psiquiátrico que ahí se encuentra. Durante su estancia Daniels enfrenta conflictos personales que no dejan de atormentarlo. DiCaprio ofrece un trabajo convincente que va de la sutileza a la exacerbación y hace visible el conflicto emocional y mental que sufre su personaje.

            La acción de Blood Diamond (2006) se ubica en Sierra Leona y registra las fechorías de un africano blanco (DiCaprio) que ha vivido fuera de la ley y tiene la posibilidad de reivindicarse. Por su desempeño, el realizador Edward Zwick obtuvo abundantes críticas negativas; por el suyo, DiCaprio fue celebrado casi por unanimidad: “Un excelente DiCaprio”, se leía en el New York Times; “DiCaprio es estupendo”, en Rolling Stone. Su nominación al Óscar fue la consecuencia. Pero esta vez tampoco lo obtuvo.

            Body of Lies (2008) no es una de las mejores películas de Ridley Scott, pero su puesta en cámara hace lucir las operaciones que la CIA hace en Medio Oriente para atrapar a un terrorista. DiCaprio da vida a un agente que conserva cierta ingenuidad y va descubriendo el cuestionable funcionamiento de la política exterior norteamericana. Con algunas dosis de humor, Scott da cuenta del desengaño que vive el personaje principal. De los diferentes matices que posee y las diversas etapas que recorre dan buena cuenta DiCaprio y Scott.

            Revolutionary Road (2008) se inspira en la novela homónima de Richard Yates y en ella Sam Mendes registra una época en la que el sueño americano comienza a convertirse en pesadilla: los años cincuenta. Frank Wheeler inicia una familia y para ello se instala en los suburbios neoyorquinos. Tiempo después tiene la posibilidad de llevar a cabo los planes acariciados en su juventud. Pero el miedo lo paraliza. DiCaprio se pone bajo el sombrero de un hombre de familia que no sabe ocultar su frustración y va de forma convincente de la aparente felicidad al ataque de ira.

            En Inception (2010) Christopher Nolan propone una excursión por el mundo de los sueños para explorar no sólo el laberinto de la mente humana, sino la responsabilidad que se genera al manipular a los demás. DiCaprio vuelve a dar vida a un personaje atormentado (Cobb) que busca recuperar a su familia y para ello se involucra en aventuras que suponen un riesgo físico y mental.

            En la década siguiente DiCaprio no ha perdido la oportunidad de seguir creciendo en obras de realizadores que admira. Para empezar, tuvo la oportunidad de trabajar con Clint Eastwood  en J. Edgar (2011) y dar vida a lo largo de varias décadas a J. Edgar Hoover, quien encabezó por casi 50 años al FBI. En seguida ha tenido la oportunidad de seguir explorando las sinuosidades de la condición humana con Quentin Tarantino (en Django Unchained, 2012), una vez más con Baz Luhrmann (en The Great Gatsby, 2013) y por quinta ocasión con Scorsese (en The Wolf of Wall Street). Las tres, como comentó al diario El País, están relacionadas “con el sueño americano, con el dinero, el éxito, la ambición por encima de cualquier sentimiento de humanidad o de cualquier ley. Todas ellas tocan los diferentes extremos de la arrogancia, de la ambición y no podía prescindir de ninguna”.

            DiCaprio ha sabido beneficiarse de las mieles del star system y ha sabido obtener provecho económico pero también artístico. Sabe, como los realizadores que lo procuran, que es un imán en taquilla (Titanic, por ejemplo, es la segunda película con mayor recaudación de la historia) y que puede obtener cifras escandalosas por su trabajo, pero la ambición económica no es su principal motor: a estas alturas puede darse el lujo de arriesgar su dinero en la producción de una película o sacrificar su salario -de acuerdo a los parámetros de la industria norteamericana- si la película le resulta atractiva (si en promedio cobra 20 millones de dólares por cada película -por Inception ha recibido casi 60-, en J. Edgar, por ejemplo, trabajó por dos millones).

            Los personajes son creados por el realizador, apuntó el ruso Andrei Tarkovski. De su expresividad, subrayó, depende la posibilidad de hacer aparecer la verdad. Sidney Lumet, por su parte, escribió que él no quería “la vida reproducida allá arriba en la pantalla. Quiero vida creada. La diferencia estriba en el grado de revelación personal del actor”. DiCaprio ha tenido la voluntad y la capacidad de hacer esta diferencia para dar vida a personajes memorables que revelan facetas incómodas de lo humano y rara vez tienen un final feliz. En particular con los obsesivos personajes de Scorsese, que han encontrado rostro y vida de manera importante en dos actores: así como Robert DeNiro es inseparable de las películas setenteras y ochenteras de Scorsese, DiCaprio lo ha sido desde 2002. El realizador afirma que con todo y que es 30 años mayor que Leo, ambos ven la vida de la misma manera, por lo que el actor se siente “cómodo con los personajes que he lidiado por años”. Reconoce que aquél representa un “interesante proceso de descubrimiento”; si bien no siempre es fácil. Pero entre ambos consiguen revelar las capas de los mencionados personajes. Lumet añade que la confianza mutua es lo más importante entre un actor y él. Ese elemento también es valorado por DiCaprio en su relación con Scorsese: “Marty no tiene miedo de sentarse a lo largo de varios días para hacer bien una escena. Lo más importante, confío en él, lo que hace mi trabajo como actor bastante más fácil.”

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