El metal innombrable

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A la multitud de cosas que carecen de nombre (como la sombra de la Luna sobre la Tierra durante un elipse o la base azulada de una llama) se ha sumado una nueva: el elemento 112 de la tabla periódica, el cual fue reconocido oficialmente en mayo de este año por la International Union of Pure and Applied Chemistry (IUPAC). Se trata de un metal, el más pesado de todos los conocidos hasta ahora, descubierto por un grupo multinacional de físicos de la Gesellschaft für Schwerionenforschung (GSI), cuyas propiedades, observadas en los escasos 75 átomos de ese elemento que, mediante la fusión nuclear del zinc y del plomo, han logrado ser obtenidos, son volátilmente similares a las del mercurio, excepto que su vida media es de ~30 segundos.

Tras la confirmación oficial se inició el procedimiento para darle nombre, el cual prevé que sea el equipo descubridor el encargado de proponer uno. Ya antes, la GSI había descubierto los elementos 111, 110, 109, 108 y 107, y, respectivamente, los había bautizado con los nombres roentgenio (en honor a Wilhelm Conrad Roentgen, descubridor de los rayos X), darmstadio (por Darmstadt, la ciudad donde se encuentra la GSI), meitnerio (en honor a la física austriaca Lise Meitner), hassio (derivado de Hessen, el estado federado alemán donde se encuentra Darmstadt) y bohrio (en honor a Niels Bohr), desacatando en la mitad de los casos las recomendaciones de la IUPAC, quien, en un protocolo actualizado en 2002, establecía como lineamientos para la denominación de nuevos elementos los siguientes grupos:

• un concepto o carácter de la mitología (incluyendo los objetos astronómicos)

• un mineral o sustancia similar

• un lugar o región geográfica

• una propiedad

También en el caso del súper pesado, aunque efímero, elemento 112, la GSI se decidió por ignorar las directrices de la IUPAC y propuso un nombre de inspiración onomástica, a saber: el de copernicio (Cp), “en honor al excepcional científico que cambió nuestra visión del mundo”, según declaró el profesor Sigurd Hofmann, director del proyecto, abultando con ello el número de elementos de ese grupo imprevisto en la nomenclatura oficial. De ese modo, el total de epónimos en la tabla periódica alcanzaría la suma de 12, y el hecho de que 8 de ellos se encuentren entre los últimos 12 descubiertos nos da una idea de las dimensiones de la implícita protesta que ello constituye.

Y es que las categorías propuestas por la IUPAC se asemejan más a la fabulosa clasificación contenida en la célebre enciclopedia china imaginada por Borges en “El idioma analítico de John Wilkins” que a una taxonomía realmente científica. Empezando por el primer grupo, en el que se reúnen elementos mitológicos y astronómicos, cuando estos últimos deberían encontrarse en la tercera, la de los topónimos, y continuando con el segundo grupo, más descabellado aun, que equivale a nombrar los elementos con los nombres de otros elementos.

De acuerdo al reglamento, todavía es necesario esperar hasta enero de 2010 antes de poder nombrar al elemento 112 con la denominación propuesta, aunque prácticamente no hay duda de que, como en casos anteriores, ésta será aceptada. Con ello quedará demostrado, de una vez y para siempre, que la clasificación de la IUPAC contiene un quinto grupo latente que llega incluso a superar la fantasía borgiana, a saber: el de nombres que no se encuentran en esta clasificación.

– Salomón Derreza

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Escritor mexicano. Es traductor y docente universitario en Alemania. Acaba de publicar “Los fragmentos infinitos”, su primera novela.


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