El juego perfecto

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Esta es la historia de cómo ningún jugador del equipo contrario llegó a primera base, y así, nueve niños -provincianos, mexicanos y amateurs- se convirtieron en héroes nacionales que apenas se habían sacudido el polvo del juego y ya se dirigían a la Casa Blanca, para desayunar con Dwight Eisenhower, el entonces presidente de la nación a quien habían derrotado en sus propios campos, en su propia liga y a pesar de su propia incredulidad.

El juego perfecto, nombre de la película y traducción literal de su título en inglés, narra la historia real de Ángel Macías y otros ocho peloteros menudos y bajitos, que con la ayuda de su entrenador, un ex ayudante de Los Cardenales de St. Louis -que jamás jugó en ligas mayores por el hecho de ser mexicano-, viajan a Texas y acaparan un lugar en la historia del béisbol nacional pese a la pobreza, el desacuerdo de sus padres, sus pocos recursos físicos y económicos e incluso el racismo predominante en la frontera.

Fue en 1957 cuando estos niños se reunieron en su natal Monterrey y formaron un equipo de béisbol en el afán de jugar en Las Ligas Pequeñas de Estados Unidos y alcanzar su sueño. Y lo alcanzaron: a su regreso, con trece victorias a cuestas los representantes de “Los industriales de Monterrey”, ya eran mejor conocidos como “Los Pequeños Gigantes”, porque su hazaña, haber logrado el juego perfecto, el cuádruple cero único en su clase, es algo que aún 53 años después no se ha podido repetir.

Se reconoce además que la película haya tenido su estreno fuera de Hollywood: en Monterrey. El elenco está formado por Emilie De Ravin (Lost), Clifton Collins (Babel, Capote), Cheech Marin (Once Upon a Time in Mexico), Jake T. Austin (Wizards of Waverly Place), Bruce MacGill (Cinderella Man), Lou Gossett (Club Soda), Moisés Arias (Nacho Libre) y Patricia Manterola.

Sí, en definitiva, la película es una clara invitación a dejarse llevar por el viento que ronda los sueños, a confiar en la propia tenacidad desconfiando de los malos pronósticos y la ponzoña de los contrincantes. Pero también una invitación a encontrar héroes nuevos que nos cuenten su historia sin subtítulos. Héroes que nos lleven más allá de la butaca. ¿O será que a falta de héroes nuevos volvemos a los héroes pasados? ¿O tendrán que pasar otros 200 años para reconocer a los héroes del ahora?

Una historia basada en hechos reales que encaja perfecto en esta celebración del Bicentenario cuando el nacionalismo se pone en boga recuperando los eventos enaltecidos en la memoria y que configuran eso de ser mexicano, de salir avante en las batallas y de conquistar en lugar de ser conquistados.

Dice Leo Zuckerman en el spot televisivo: a México le sobra mucho pasado. Y le falta futuro. Historias de antaño -guiones en espera de ser escritos- queda claro: no faltan.

-Carmina Nahuatlato

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