Efemérides literarias

Una lista de algunas efemérides literarias que no se celebrarán este año –ni los que vienen
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Durante mucho tiempo, las efemérides fueron hojas de papel que vivían y morían semanalmente en la pared de las escuelas primarias, una de tantas actividades que acostumbran a los niños a no cuestionar la pertinencia de usos y prácticas que sólo existen para crear la ilusión de estructura, ocupación o sentido. Aunque originalmente pensado como herramienta pedagógica, el concepto de periódico mural usualmente termina como entretenimiento vacío disfrazado de obligación escolar, con algunos toques de nacionalismo putrefacto.

La efeméride se refiere al mismo tiempo al hecho que se conmemora y a la ceremonia de conmemoración. Esta naturaleza doble la convierte en una de las prácticas fundamentales del discurso oficial: celebrar el pasado significa encarnarlo, representar y por lo tanto convertirse en los cimientos que sostienen las identidades nacionales. 

El tono falsamente aséptico de la frase con que se presenta la efeméride –¨un día como hoy, pero de 1765 nace José María Morelos¨ – esconde la selección y la imposición de una memoria colectiva cuya fuerza está en lo que no se dice, en lo que se pretende olvidar y que de hecho se olvida; enfatiza la poca relevancia del presente y el carácter cíclico de la concepción de la historia, porque ya todo ha sucedido un día como hoy o está sucediendo ahora mismo.

El periódico mural se ha mudado a tuiter. Allí es posible encontrar, por un lado, la efeméride oficial en la cuenta @EFEMERIDESMX –las mayúsculas son, por supuesto, cortesía de la burocracia–  y otra variante mucho más enigmática que intenta recordarlo todo, sin que medie criterio o intención o duda en el amasijo de datos que se reúnen en la cuenta @EfemerideDelDia. La maravillosa descripción de esta cuenta debería considerarse el mejor ejemplo de ironía involuntaria: “Efemérides: Sucesos notables ocurridos en el día de la fecha, pero en años anteriores”.

Aquí hay un ejemplo de efemérides literarias que, por fortuna, no han caído ni en el lado oficial ni en el de la anécdota trivial; textos que aún no están condenados a la imposición ni al olvido y que por eso quizá todavía tengan algunas cosas que decir. 

La novela Pánico o peligro de María Luisa Puga cumple treinta años de publicación.

Par de reyes de Ricardo Garibay y El atentado de Jorge Ibargüengoitia cumplen treinta años de publicación.

La novela Se está haciendo tarde de José Agustín cumple cuarenta años de publicación.

El luto humano de José Revueltas y El otoño recorre las islas de José Carlos Becerra cumplen cuarenta años de publicación.

Los albañiles y Los recuerdos del porvenir, de Vicente Leñero y Elena Garro cumplen cincuenta años de publicación

Los elementos de la noche y El viento distante de José Emilio Pacheco cumplen cincuenta años de publicación.

El libro vacío  de Josefina Vicens cumple cincuenta y cinco años de publicación.

La feria de Juan José Arreola cumple cincuenta años de publicación.

Los Nocturnos de Xavier Villaurrutia cumplen ochenta años de publicación.

La lista, como todas, es caprichosa. Se aceptan sugerencias.

 

 
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Es profesor de literatura en la Universidad de Pennsylvania, en Filadelfia.


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