Desunión por inducción

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Ayer lunes Cuauhtémoc Cárdenas declaró en Cambridge que el PRD:

Está dividido y no veo que se subsane o supere. No está haciendo trabajo de organización con la intensidad necesaria para superar los malos resultados electorales de 2009, no hay un trabajo para reconstituir y fortalecer las bases territoriales, donde debería haber trabajo sólido; no veo tampoco una propuesta hacia la ciudadanía, la gente sólo ve divisiones, pleitos, descalificaciones de los compañeros de la dirección o hacia la dirección. Estoy preocupado, porque veo al partido dividido y en una situación de estancamiento y empantanamiento, condición de la que no parece poder salir.

Interrogado por el reportero si su hijo Lázaro Cárdenas podría restaurar la unidad del PRD, el Ing. Cárdenas contestó:

Yo creo que ni Lázaro ni los milagros que pueda hacer cualquier santo pueden lograr eso.

Chin.

¿Cómo es posible que ya sea necesario pensar que se requiere de “milagros” para que la “izquierda” funcione?

¿Cómo pudo llegarse a tal confesión de impotencia?

Fácil.

La respuesta la da el pensador Julio Hernández López en su columna de este martes en un diario progresista.

Con el título “Izquierda: división inducida”, explica que si la izquierda no se puede unir es porque sus adversarios ideológicos le han inducido la desunión:

Es ovbio (sic) que al bipartidismo inconfeso le favorece todo cuanto sea pulverización de los partidos cargados a la izquierda, y el calderonismo y el salinismo se han aplicado a la promoción de disensos, malos entendidos y choques entre agrupaciones y personajes de esa franja ideológica y política.

Con razón.

Ahora se entiende por qué la “izquierda” no puede unirse: es víctima de una acción pulverizante inducida por Calderón y Salinas.

¿Cómo esperar que la “izquierda” haga su trabajo y logre sus objetivos y lleve al país hacia su realización histórica si Calderón y Salinas están dedicados a inducirle desunión?

Pues no, así no se puede.

Aunque seguramente habrá quien alegue que es impensable, moral y políticamente, que los disensos inducidos por la derecha superen a la necesidad de unión de la izquierda.

En todo caso, echarle la culpa a Calderón y a Salinas de los problemas de la pobrecita, inerme “izquierda” aporta al análisis un ingrediente dialéctico luminoso e irrefutable: en efecto, ahora sí que se necesita de un milagro.

Y como Dios es “ovbiamente” de derechas y, hasta donde se sabe, tiene el monopolio de los milagros…


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