¿Quiénes somos ante los espejos?

Elegidos al azar, algunos espejos que desde la página nos buscan la mirada. 
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Esos habituales aunque inquietantes testigos, los espejos, están en las peluquerías, en las salas hogareñas, en las recámaras, en los vestidores, en los cuartos de baño, en los cielorrasos burdeleros, en los restaurantes, en los cuadros de Velázquez y de Magritte, en los cuentos de hadas y de espanto, en sonetos y haikais, en las mitologías; y humean en la pata coja de Tezcatlipoca y hacen brujería en la historia de Blancanieves, y son de cristal o de metal o de obsidiana o de quieta agua en palanganas y estanques, y son transparentes pero aún reflejantes en las ventanas y las vitrinas, y aun si son silenciosos atestiguan de asesinatos y cópulas, y en fin: están en todas partes, y nos observan, nos espían, nos acechan, nos interrogan, nos retratan, nos envejecen, nos duplican, nos convierten en otros, y si se enfrentan dos de ellos se despliegan en infinitas galerías de espejos, y quizá nos piensan y nos critican y nos juzgan, y nos conviven sin reconocernos. Son ojos que no duermen, que no parpadean, que no se cierran nunca ni se ciegan en la oscuridad. No dejan de acecharnos ni cuando los rompemos, porque entonces se convierten en muchos diminutos y esparcidos ojos que nos miran, nos espían, nos multplican, nos acechan y…

Bajo el inquietante cuadro de Magritte (que tiene dos títulos: “La reproducción prohibida” y “Retrato de Mister James), he aquí, elegidos al azar, algunos espejos/páginas que nos buscan la mirada.

 

Los sustitutos

Desde que se inventó el espejo, el hombre había tenido tiempo para pensar en su reflejo, y aun tiempo para contemplarlo, para venerarlo.  Siempre había tenido para su reflejo todas las indulgencias y aun todos los halagos.

Estaba equivocado. Pero no tuvo ya tiempo para meditar su error. Pues, en efecto, gracias a los espejos los seres de otro mundo invadieron la Tierra. Fue de repente y todos al mismo tiempo. Eso que los hombres habían siempre tomado por los meros reflejos de sus personas no eran en realidad sino sus sustitutos. Un sustituto extranjero que sólo esperaba órdenes de seres de más allá. Un día ellos vinieron. La invasión dejó muy pocos sobrevivientes entre los terrestres. Y hay muy pocos sobrevivientes para aprovechar la lección de esta historia.

-Jacques Sternberg

 

Greguerías

Al agonizar el viejo marino pidió que le acercasen un espejo para ver por última vez el mar.

¡No somos los de los espejos, no somos los de los espejos! ¡Nos han engañado!

Lo  más siniestro del espejo es cuando se rompe en forma de telaraña.

-Ramón Gómez de la Serna

 

A una mujer

Mira en un espejo y luego mira

estos retratos tuyos olvidados.

Pétalos son de tu belleza antigua.

-Manuel Altolaguirre

 

 Acechante

En el reverso del espejo hay un fotógrafo escondido o invisible: el del Tiempo, ansioso de ir haciéndonos retratos desde desde la niñez hasta poco antes de nuestra muerte. Nos consolamos diciéndonos que esas fotos duran sólo un instante y desaparecen en cuanto no miramos nuestro reflejo, pero hay espejos malévolamente memoriosos, y guardan todos esos retratos como en un álbum.

-Silvestre Lanza.

 

El suicidio de Narciso

Se colocó ante el espejo, se puso el cañón de la pistola en la sien, disparó y cayó muerto. Pero su imagen reflejada siguió en pie, pues la pistola del espejo no es la pistola de verdad.

-José de la Colina

 

Diógenes se encuentra y… 

—¡Vaya con ese Diógenes tan exigente hasta consigo mismo! —dijo el que en una noche había visto el suceso—. Iba como de costumbre con su linterna en busca de alguien de quien se pueda decir que es un hombre de verdad. Al topar con el espejo de la puerta de la barbería vio allí a Diógenes y… y siguió de largo, buscando, como de costumbre.

-J. de la C.

 

El espejo de Narciso

En todas partes donde encontraba un espejo se detenía largo rato a contemplarse, pero su mala suerte quiso que un día encontrara un espejo vampiro, en el que se miró y admiró tanto rato que su mismo reflejo lo fue sorbiendo, nutriéndose de él y creando en el cristal su imagen cada vez más hermosa pero más evanescente, hasta que el Narciso de carne y hueso desapareció y desde entonces el espejo solo refleja una habitación sin nadie.

-J. de la C.

(Publicado previamente en el periódico Milenio)

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Es escritor, cinéfilo y periodista. Fue secretario de redacción de la revista Vuelta.


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