Charla con un nuevo pintor

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Platico con un querido amigo pintor cuyas obras se exponen actualmente en la capital. Es una charla lacónica pues mi amigo es un hombre sombrío. Le pregunto, para empezar, si su obra responde a la situación que vivimos en México.

-El artista no es jamás influenciado por los hechos exteriores –me contesta. Si hoy viviera Rembrandt y tuviera que pintar un retrato de Hitler, el retrato sería una obra maestra, porque sería un Rembrandt. Un artista mediocre seguirá siendo mediocre en cualquier régimen, así como el genio de un gran artista seguirá brillando en ese mismo régimen.

Pero, en un estado de cosas como el actual, no es importante que…

-Las guerras no afectan el talento ni la vitalidad de un artista. Para él la eterna cuestión es siempre de genio: “Ser o no ser”.

¿Está diciendo que la situación política no influye?

-La política no influye sobre el arte. Por lo menos en México.

Hoy en día se insiste mucho, otra vez, en el nacionalismo…

-El arte mexicano es europeo, aunque no lo quieran admitir muchos. Lo mismo ocurre con todo el arte americano. Sólo el de los precortesianos es un arte puramente americano, y ellos no existen ya. Aquí oímos hablar de la “influencia” del arte europeo, pero no hay tal. Nuestro arte es el mismo arte europeo, sólo que tiene su centro en México. Ningún artista mexicano ha inventado nada nuevo. El arte es una serie de símbolos universales, como las palabras. Esos símbolos no son míos, sino de uso general. Sólo es distinto el uso. Cuando uno escribe usa las mismas palabras que los otros. Sólo el estilo es propio de uno.

¿No cree que México ha producido a los mejores pintores de América?

-¿Por qué dices eso? ¿Quién sabe en dónde están los mejores pintores? En los Estados Unidos, aunque nadie se dé cuenta, el puente de Washington, la maquinaria y los aviones son hermosas expresiones plásticas de los norteamericanos.

Pero maestro…

-No me llames “maestro”. Y no me gusta tampoco que se me diga “el pintor”.

¿Entonces qué es usted?

-Un hombre, en todos sentidos.

Pero la mayoría de los hombres no pintan…

-Entonces hacen alguna otra cosa, construyen casas o editan libros, o arreglan los timbres de las puertas, o hacen zapatos.

¿Acompaña usted a esos hombres? Porque también ha regresado la idea de un arte comprometido, que eduque al pueblo y lo guíe en su lucha…

-La gente pobre no necesita mensajes: necesita ayuda. Ni existe el “arte por el arte mismo”. No. Existe como una manifestación de vida, como cualquier otra cosa. Cuando se usa el arte para señalar ciertas cosas al pueblo, se convierte en un magnífico instrumento de propaganda, ya sea para vender limonadas o para vender tambores de cama. Aunque uno pinte algo y le agregue un mensaje, éste no es advertido por muchos. Puede ser que lo vean 10 personas, contra 50 mil que lo verían en un periódico.

Le van a contestar que debe ser crítico, que debe tomar conciencia, que debe oponerse a la injusticia, que debe pronunciarse, que...

-Los pintores no pueden ser intelectuales, sino todo lo contrario. Deben conocerse por sus obras, no por sus palabras. Como decimos en español: “Si puedes pintar, ¿para qué hablas?”

Dio por terminada la charla, se despidió y comenzó a caminar entre los merolicos y los mercachifles, danzantes “aztecas”, granaderos y manifestantes, curas y vendedores de dividí porno, tamales y bebidas solferinas. Se abrió camino lentamente y se metió a San Ildefonso, donde está su gran exposición. Se llama José Clemente Orozco. Tiene 117 años.

(Sus respuestas están copiadas de “La escuela de la vida”, entrevista de Betty Ross, en el periódico Excélsior del 19 de agosto de 1943.)

“Fragmento de un retrato de Ansel Adams”

(Publicado previamente en El Universal)


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