EPR, eperrismo y los tiempos violentos del país

La agrupación guerrillera hizo su aparición hace quince años hacia el final de la hegemonía priista: el EPR sigue ahí.  
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El 28 de junio de 1995, 17 civiles desarmados fueron asesinados y otros 20 resultaron heridos en Aguas Blancas, Coyuca de Benitez, a manos de elementos del agrupamiento motorizado de la policía de Guerrero, quienes sembraron armas a los cadáveres para crear una versión artificial sobre un supuesto enfrentamiento (ver video). Funcionarios del gobierno estatal participaron ocultando lo sucedido y creando confusión informativa, comportándose —según la Suprema Corte, que conformó una comisión especial para investigar el caso— como un “grupúsculo detentador del poder que había que conservar aun cuando ello implicara ocultar la verdad y proteger a los responsables de los hechos”.

Exactamente un año después, en 1996, milicianos del llamado Ejército Popular Revolucionario (EPR) aparecieron durante la conmemoración de la matanza en el vado de Aguas Blancas, para declarar el inicio de acciones político-militares contra el gobierno mexicano que comprendieron en una primera instancia ataques contra instalaciones policiacas y militares, y que más recientemente incluyeron sabotajes a ductos de Pemex en Veracruz, Tlaxcala, Guanajuato y Querétaro.

De 15 años a esta parte, muchas cosas han cambiado, admite Jorge Lofredo, cofundador e investigador del Centro de Documentación de los Movimientos Armados (Cedema). El aspecto más importante es la diferencia que hoy puede marcarse entre el Partido Democrático Popular Revolucionario-Ejército Popular Revolucionario (PDPR-EPR) y el eperrismo.

El eperrismo cuenta una historia larga que abarca desde el Partido Revolucionario Obrero Clandestino Unión del Pueblo (Procup), su alianza con el Partido de los Pobres, la integración del EPR en 1994 con otras fuerzas mexicanas distintas, la campaña militar de 1996 y 1997, las rupturas y enfrentamientos intestinos y el nacimiento de nuevas formaciones político-militares producto de esas escisiones; además de la desaparición de dos sus miembros (Edmundo Reyes Maya y Gabriel Alberto Cruz Sánchez) que derivó en los ataques contra instalaciones de Pemex y la conformación de una Comisión de Mediación (Comed) para exigir a las autoridades que los presentaran con vida.

El PDPR-EPR es el tronco original de toda esta experiencia de lucha político-armada pero no es protagonista en todo lo sucedido. En este sentido, el eperrismo es resultado de lo iniciado por el EPR y no al revés. Es decir, que el eperrismo no solo está definido por la acción del PDPR-EPR, sino que considera a otras fuerzas que se plantearon ser más que una simple conjunción de expresiones armadas para conformar un proyecto de unidad que ciertamente no se ha consolidado.

Según Lofredo actualmente existen al menos cinco organizaciones desprendidas del EPR que muestran signos de actividad política-militar: el Ejército Revolucionario del Pueblo Insurgente (ERPI), las Fuerzas Armadas Revolucionarias del Pueblo (FARP), el Movimiento Revolucionario Lucio Cabañas Barrientos (MRLCB), Tendencia Democrática Revolucionaria-Ejército del Pueblo (TDR-EP) y el Comité Clandestino Revolucionario del Pueblo-Comando Justiciero 28 de Junio (CCRP-CJ28J).

En sentido contrario a lo pronosticado por el EPR, que explicaba que las rupturas en su seno no eran tales, sino que se había experimentado un proceso de depuración de la organización en el que las escisiones estaban condenadas a la descomposición, para Lofredolos hechos apuntan a lo contrario, pues varios grupos se inclinan por la reunificación o a la coordinación entre ellos. Sus mandos asumen que se encuentran en una posición de debilidad debido a sus divisiones y ven la posibilidad de fortalecerse actuando de manera conjunta.

Históricamente todas las organizaciones político-militares clandestinas aprovechan el momento electoral para difundir su propaganda con intensidad; esta circunstancia es ideal para levantar todos sus reclamos pues encuentran posibilidades de publicidad y propaganda que la propia coyuntura les ofrece, explica el fundador de Cedema.

El corto y mediano plazo augura que el EPR insistirá por la vía política para forzar la presentación de sus integrantes desaparecidos y mantendrá la tregua mientras continúen los trabajos de mediación. Pero en el caso que el tema de los desaparecidos no se resuelva, o bien se agote el tiempo de la Comed, el escenario se vuelve impredecible.

Los tiempos corren. La posibilidad cada vez más exigua de la aparición con vida de los desaparecidos del PDPR-EPR y por ende el agotamiento definitivo de la vía política para localizarlos y traerlos de vuelta podría coincidir con los tiempos electorales, por lo que el escenario que se nos plantea será, tal vez, uno de los más difíciles que deberán afrontarse.

Jorge Lofredo advierte que el EPR podrá argumentar que el diálogo no ha servido para dar solución a sus demandas y por lo tanto se encuentra obligado a continuar por “otros caminos”, que no implican exclusivamente la vía político-militar (pues ésta tampoco les ha dado resultado).

La agrupación clandestina hizo su aparición pública cuando estaba por terminar una larga tradición de gobiernos priistas; quince años después, cuando el PRI se halla a punto de volver a la Presidencia, sus integrantes continúan en la escena pública, con la agravante de que el país se halla inmerso en un contexto de violencia que lo dota de más armas retóricas más poderosas que en 2007, cuando atacaron los ductos de Pemex.

Sin embargo, el PDPR-EPR parece más que nunca obligado a diferenciarse del contexto de violencia que se sucede a lo largo del territorio y es probable que esa razón obligue al grupo a tejer distancias políticas y sociales de ese fenómeno, basado exclusivamente en el uso de la violencia, proponiéndose como alguna especie de alternativa.

(Fuente de la imagen)

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Periodista. Autor de Los voceros del fin del mundo (Libros de la Araucaria).


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