La limpieza étnica de Trump

La estridente retórica de Trump nos afecta a todos, la mejor manera de deslegitimarla es llamar a sus propuestas por su nombre.
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Dejemos a un lado los eufemismos. El proyecto de Donald Trump no es una expresión más del populismo norteamericano: es un programa fascista. Y la propuesta de expulsar a once millones de inmigrantes indocumentados no es una defensa de la ley: se llama limpieza étnica.

En Estados Unidos, en Darfur, en Serbia, y en cualquier lugar del planeta donde mayorías han tratado de extirpar a minorías, los argumentos son los mismos. La minoría discriminada profesa una religión diferente, tiene otros valores, status legal, es de otro color,  o llegó después. Tiene que irse: limpieza étnica.

El argumento de la ilegalidad de los indocumentados cae en el mismo casillero discriminatorio que ha sacrificado a millones en la historia moderna en aras de prejuicios religiosos o raciales. Con una salvedad: los arquitectos del círculo vicioso en que se encuentran los inmigrantes indocumentados son los mismos republicanos que los acusan de vivir en la ilegalidad. Muchos, muchísimos indocumentados, llevan años o decenios viviendo en los Estados Unidos, tienen hijos que son ciudadanos norteamericanos, y habrían legalizado su estancia en el país si los republicanos no se hubieran opuesto sin fisuras a cualquier reforma migratoria.

Trump y sus millones de seguidores republicanos prefieren expulsarlos a legalizarlos. Plantean y apoyan un proyecto fascista, con ecos nazis, que implicaría la militarización de los Estados Unidos. La creación de un  inmenso organismo paramilitar dedicado a buscar en todo el territorio de ese país, ciudad por ciudad y casa por casa, a una población más numerosa que la de muchos países del mundo. Una deportación históricamente inédita por la cantidad de seres humanos que desplazaría en tiempos de paz. Decenas de miles de policías encargados de deportar a millones de ciudadanos norteamericanos, perfectamente legales, junto con sus padres indocumentados o de fragmentar a incontables familias y construir un gulag nativo para albergar a millones de menores huérfanos nacidos en Estados Unidos.

La limpieza étnica de Trump sería un cataclismo de arbitrariedad y violencia y crearía una crisis humanitaria de proporciones inimaginables. Millones de seres humanos amontonados en el lado mexicano de la frontera que no conocen ni tienen ya otro hogar que el que construyeron en los Estados Unidos.

Una réplica de la trágica limpieza étnica que acompañó la disolución de Yugoslavia a principios de los años noventa, cuando Milosevich –la versión serbia de Trump– decretó la expulsión de bosnios musulmanes y croatas de los territorios que Serbia consideraba su legado histórico: la cuna del nacionalismo serbio.

La estridente retórica de Trump nos afecta a todos: el eje de su campaña es todo lo que viene de México. La mejor manera de deslegitimarlo es llamar a sus propuestas por su nombre.

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Estudió Historia del Arte en la UIA y Relaciones Internacionales y Ciencia Política en El Colegio de México y la Universidad de Oxford, Inglaterra.


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