Andad y decidles que se quiten.

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En aquel tiempo un grupo de perredistas bloqueó la ruta de Zongolica y obligó a detenerse al convoy en que viajaba El Licenciado Andrés Manuel López Obrador. (Véase aquí.)

“La gente se encuentra confundida. Licenciado”, clamaban los perredistas, rasgándose las vestiduras, y le manifestaban azoro por su conminación a votar contra el PRD en tierras de Veracruz.

Y El Licenciado contestó: “En verdad, en verdad os digo de que es así como nos conviene”.

Y algunas de las personas que cerraban el camino coreaban “Que os bajéis, que os bajéis”, pues deseaban escucharle y mirarle.

Mas he aquí que El Licenciado no se bajó.

Y desde la ventanilla de su lujosa camioneta último modelo, El Licenciado narró la parábola “Del voto diferenciado” con la que explicó a los perredistas por qué es necesario votar contra el PRD: “Dad al PRD lo que es del PRD, y al PT lo que es del PT”.

Y en las pausas decía: “Dejadme pasar, pues debo ir a repartir panes y peces”.

Mas he aquí que la gente no lo dejaba pasar.

Y entonces El Licenciado le ordenó a algún apóstol: “Decidles de que se quiten”.

Y el apóstol decía: “Que os quitéis”.

Mas he aquí que la gente no se quitaba.

Así fue como por primera vez en su vida, El Licenciado experimentó de qué se siente ser detenido por un bloqueo, y de qué se siente hallarse despojado del derecho de transitar por una via pública por una muralla humana.

Y en su estupor, decía una y otra vez El Licenciado: “Decidles de que se quiten”.

Mas la gente no se quitaba.

Y él no se bajó a decirles a quienes le cerraban el paso: “Quitaos”. No, el licenciado ordenaba a su apóstol: “¡Decidles de que se quiten!”

Y su apóstol obedecía y andaba y les decía: “Que os manda decir El Licenciado de que os quitéis”.

Y la multitud no se quitaba, antes respondía “Bajad, bajad” o coreaban el nombre de su candidato, un tal Santo Tomás.

Y así siguieron las cosas un tiempo hasta que, obedeciendo la orden de El Licenciado, el apóstol encargado de conducir la descomunal camioneta marca Tsuru pisó el acelerador y comenzó a avanzar con honestidad valiente.

Y la gente hizo “¡Ahh…!”

Y entonces sucedió el milagro: ¡La gente se quitó!

Y una señora que se encontraba bloqueando la gran camioneta blanca apenas pudo levantar del suelo a su hijo de dos años, cuando ya el parachoques lo tocaba, y así salvarlo de una muerte segura.

Y la gente gritó “¡Otro milagro!”

Pues he aquí que el elemento policiaco que estaba ahí presente se hallaba muy atareado deteniendo su wokitoki y tomándole fotos a El Licenciado con su celular.

Y una vez puesto el niño a salvo, la señora alcanzó a decirle a El Licenciado: “¡Tened cuidado, amigo!”.

Y fue así como la gente aprendió que esa es la manera de obrar cuando un bloqueo de gente le impida circular libremente por la vía pública.

Y esa manera de obrar es pacífica y consiste en avanzar contra la multitud que no se quiera quitar, aun si entre ella se encontraren mujeres y niños y elementos policiacos.

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Es un escritor, editorialista y académico, especialista en poesía mexicana moderna.


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