Foto: Agencia El Universal/Archivo/EELG

Ignacio Solares, 1945-2023

El recién fallecido escritor Ignacio Solares estableció una conexión honda entre todos los libros que conforman su obra. Dio forma así a un mundo propio e intransferible que da cuenta de una existencia auténtica.
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En 1969, antes, mucho antes de sus novelas, dramas y ensayos más conocidos, Ignacio Solares, fallecido el pasado 24 de agosto, escribió una pieza teatral intitulada El problema es otro. La obra trata de un padre consciente de que su fin está próximo y busca a su hijo al que había abandonado, junto con su esposa, muchos años atrás. Busca cerrar una herida, explicarse, obtener comprensión y, acaso, perdón. El final de la obra, las últimas palabras que le dice su hijo dan cuenta del núcleo narrativo y dramático de la obra de Solares: 

Hace poco leí una historia en la que Cristo regresa a la tierra y dice que ha recorrido los mundos, que subió hasta los soles y no encontró a Dios alguno. Los niños se acercan y le preguntan: Jesús, ¿no tenemos padre? Y él responde que todos somos huérfanos… Todos, papá. Me impresionó como no tienes idea. ¿Y sabes qué pensé? Que sin un verdadero padre no vale la pena permanecer en este mundo horrible…

La experiencia poética de la orfandad, la soledad radical, está presente en las novelas y los dramas de Solares, que responden a lo que André Gide consideraba la esencia misma del poeta verdadero: “un libro solo me interesa realmente cuando lo siento nacido de una exigencia profunda y cuando esta exigencia puede encontrar en mí cierto eco. Muchos autores que escriben hoy libros bastante buenos podrían escribir otros distintos igualmente buenos. No advierto entre ellos y su obra una relación secreta y ellos mismos no me interesan; se quedan en literatos y escuchan no a su demonio (no lo tienen), sino al gusto del público. Se ajustan a lo que existe y, así como esto no les causa turbación, ellos no se sienten turbadores ni molestos”.

Solares establece una conexión honda entre todos los libros que conforman su obra. Por eso mismo causa adicción. Es el suyo un mundo propio e intransferible que da cuenta de una existencia auténtica. En todo ser humano tocado por una preconsciencia de que existe una verdad que nos interpela, que acecha, que se nos oculta y que de pronto nos deslumbra para confundirnos; en todo ser humano que ha sensibilizado la belleza como el resplandor del ser y para quien solo se trata de amar y de ser amado, hay una necesidad de escapar de lo cotidiano, de hacer una voz aparte en el coro, de asumir su dolorosa soledad que lo vuelve otro. Entonces se siente sumido en la noche y busca la prolongación de la noche como Juan de la Cruz la noche oscura del alma.

Madero, el otro es, en efecto, ese otro que va dando a luz a lo largo de su vida, que no estaba a sabor con las cosas, que no se hallaba en el poder; el jesuita perdido en la sierra Tarahumara para los suyos se ha impregnado de otra espiritualidad que lo lleva a vivir una correspondencia entre todos los seres humanos que le lleva a vislumbrar una paternidad que se le escapa y que no puede asir plenamente, que le hace sentir que todos somos huérfanos, que la luz es difusa y que, sin embargo, todos somos hermanos en una realidad de formas múltiples, y que “no hay tal lugar” porque nada es real como no sean nuestros sueños, donde no hay contrarios y los sentimientos y visiones más aparentemente encontradas se entrelazan en una unidad perfecta que desintegra la realidad concreta.

La noche de Ángeles es la transfiguración del héroe ante la realidad más definitiva, saberse un ser para la muerte, para quien esta significa el tránsito hacia la luz que transfigura el sacrificio en liberación. Todas las novelas y dramas históricos –que no políticos– de Solares, realizados a partir de una rigurosísma investigación histórica, parten de una connaturalidad suya con los personajes, que nos hace sentir al otro con sus fisuras, con su sentido último de exiliado sobre la Tierra, como el huérfano anhelante de un padre al que la poesía que brota de esta vivencia da una consistencia que permanece en el lector una vez cerrado el libro.

La magia de hacernos vivir el sueño ligado a lo cotidiano es la virtud que subyace en las obras de Solares y las impregna de poesía. Como suele suceder en los mayores escritores, en el principio estaba lo que desarrollaría a lo largo de su existencia. Solares respondió a un llamado temprano, al que fue fiel a lo largo de su larga vida como escritor. Y a esto es a lo que llamamos un autor. ~

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Francisco Prieto ha publicado catorce novelas, entre las que destacan "Caracoles" (Mortiz, 1975), "La inclinación" (Plaza & Janés, 1986), "Campo de Batalla" y "El calor del invierno" (Jus, 2008 y 2014 respectivamente). En teatro, su drama "Lutero o el criado de Dios", publicado por la UNAM, fue montado por José Ramón Enríquez y protagonizado por Jesús Ochoa en la Casa del Teatro.


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