Martín Solares en la rueda de fuego

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Impera un tirano, corrupto, avieso. Un joven príncipe, limpio, bien intencionado, trata de derrocarlo. En el áspero camino para lograrlo, el joven se va convirtiendo él mismo en tirano corrupto y avieso; de suerte que, cuando llega a rey, se hace preciso derrocarlo y abre la situación de que surja otro adversario joven e impoluto que reinicie el camino del anterior y, camino al poder, se corrompa. A este mecanismo llamó Shakespeare “la rueda de fuego”, y lo postuló para dar cuenta de la historia inglesa.

Pero es obvio que opera también fuera de la isla. Los sucesos de Oaxaca, por ejemplo, prueban que Fox fue estrujado por la rueda de fuego: el Presidente que llegó al poder con bandera de sacar al PRI de los Pinos deja el gobierno imponiendo por la fuerza a un aborrecido e inepto gobernador justamente del PRI, y pasándole por alto que secuaces suyos hayan detonado la intervención policíaca matando a tiros en un acto de provocación. Esto, según manda la rueda de fuego, por necesidad política, a cuyo imperio se subordina todo: verdad, rectitud y aun la mera decencia.

No deberíamos haber olvidado que la gente de la Asamblea Popular de Pueblos de Oaxaca –reiteración hay, pleonasmo, no– es la más desposeída y depauperada de la República, que sobrevive relegada en marginaciones de todo tipo y bajo opresión de sapos de horca y cuchillo respaldados por un pri más putrefacto ahí que en cualquier parte –excepto de seguro las Cámaras de Representantes, que no tienen igual en degeneración. Así pues, el largo conflicto tiene el muy significativo matiz de ser intento desesperado de llamar la atención sobre un drama de humillación e impotencia. ¿O no es injusticia y postración lo que llevó al ataque de la base naval de Huatulco hace diez años, en 1996, por el debutante Ejército Popular Revolucionario?

Me he extendido en lo anterior no sólo por desahogar la indignación impotente –que por otra parte sentimos muchos, creo–, sino por trazar el telón de fondo perfecto para Los minutos negros (Mondadori, 2006) el notable thriller en el que asoma al mundo de las letras Martín Solares.

Novela policíaca, el género de nuestro tiempo, sí es la de Solares, siempre y cuando tengamos presente que, como explicó Chandler en conceptos memorables, Hammett sacó la novela policíaca de la urna de porcelana de la sala burguesa (donde la guardaban los ingleses) y la arrojó en medio del callejón inmundo. Más específicamente Solares la arroja sobre otro callejón inmundo, el sistema político y social mexicano, no porque sea una novela directamente sobre política –no lo es, por fortuna–, sino porque su tema es la corrupción del aparato judicial del país.

Claro que eso importa menos que el humor y buena mano para encarnar su asunto en el grande e inolvidable Macetón Cabrera, y otros esforzados caballeros, y los atinados pormenores que van desenvolviendo el drama en Tampico, y sus pintorescos alrededores, con algo de enciclopedia criminal de la región. Así como el pulular de personajes secundarios, trazados a pinceladas nerviosas y certeras.

La nota roja es la sección de los periódicos que mejor informa sobre la vida social –es en realidad el único lugar de encuentro de los diarios con el destino real de la gente. Así, no extraña que Los minutos negros ilumine sin esfuerzo, en verdad sin proponérselo, la condición plutocrática que aflige al país. No es lo mismo creer que en México manda el dinero, todo mundo lo sabe, que ver desgranarse el detalle del indignante y obstinado abuso.

La novela subleva tanto como la lectura de los periódicos en estos tan mediocres apogeos del PAN. Y la capacidad de indignación, ¿tengo que recordarlo?, es, según Aristóteles, indispensable a la virtud.

Por último, esta novela, la primera de Solares, está dotada, por supuesto, de ese “encanto único que tiene en tierra todo lo que es primero”, escribe por ahí un arzobispo mexicano, “en el cielo todo es primero, porque es eterno…” Pero ¿de qué estoy hablando?, ¿por dónde divago?, ¿a dónde se me fue el seso? Si esta novela de mi amigo Solares nada tiene de celeste y sí mucha, abundante dotación, a paletadas, de horrenda y muy recomendable materia infernal, sobre todo del peligroso círculo de los violentos. Cosa que, claro, hace muy recomendable su lectura. ~

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(Ciudad de México, 1942) es un escritor, articulista, dramaturgo y académico, autor de algunas de las páginas más luminosas de la literatura mexicana.


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